En la calle, en el portal de casa de un amigo y en una pulpería
durante varios años. No veían bien que jugáramos en casa y
teníamos que hacerlo así. La pulpería (en nuestro barrio) era de
los padres de uno de los jugadores, y solíamos tener permiso (a no
ser que hubiera partido importante).
He jugado varias veces en el mítico Dallas de Ferrol, pero nunca me
ha coincidido allí en “El Vikingo”, más mítico si cabe.
Hubo una etapa en la que podíamos jugar en el bar de los abuelos de
un amigo cuando cerraba entre las cuatro y ocho y pico de la tarde,
pero la madre (persona bastante brillante) dijo que el verano era
para estar al sol, no encerrados. Lo siguiente fue que su hijo se
pasara todas las tardes en casa viendo películas o jugando a la
consola, en vez de con amigos jugando a “eso del rol”. Lo dicho, brillante.
Si tuviera que elegir creo que la calle, a la vista de todo el mundo,
sería el más extraño.
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