La decisión estaba tomada, pero supondría un rodeo mayor del que pensaban.
Optaron por no partir directamente desde el norte de Scary, donde se hallaban, sino dar un pequeño rodeo hasta el Puente del Brandivino, llegar a Bree para, de alguna forma, cumplir los deseos de Arador y luego seguir el Camino Verde hasta Fornost Erain, explorando la zona y recavando toda la información posible.
Cruzar el Brandivino fue más complicado de lo que pensaban: dos hobbits custodiaban el Puente, y los tuvieron bastante liados entre sospechas y peticiones de noticias del exterior. Dos Tuk, o Brandigamo, sin duda. Después de debatir un rato y de contarles algo de lo visto en el Norte con respecto a la pronta llegada del invierno, los Montaraces pudieron seguir su camino hacia Bree. Se cruzaron con poca gente, destacando un par de hobbits (¡parece que siempre van en parejas!) cargados con un par de sacos de setas.
Con buena marcha llegaron al atardecer al norte del Borque Viejo y de las Quebradas del Sur, acampando al norte del Camino del Este, en un pequeño y recogido núcleo de roca viva, a cubierto de miradas indeseables. Allí Kargor experimentó con sus habilidades de forrajeo, encontrando setas que adivinaron comestibles y de las cuales dieron buena cuenta a la cena.
Fue en el segundo turno de guardia noctuna, adjudicada a Díndae, cuando éste sintió (o presintió) pisadas de numerosos lobos llegando desde el Norte... sonaba como un enorme ejército. Intranquilo, avisó a sus compañeros y debatieron sobre qué hacer.
-Deberíamos dar la vuelta -dijo Díndae-. Podrían ir en dirección a la Comarca y atacar a esos desdichados Medianos.
-¿En base a una impresión? ¿A un sueño? Yo digo "no" -dijo Kargor-. Deberíamos cumplir las órdenes e ir a Bree... allí es adonde nuestro señor Arador nos ha enviado, y es adonde deberíamos ir sin demorarnos más... ¡Sueños!
Thorongil dudaba... los sueños pueden traer noticias del futuro, y no deben ser despreciados.
-Yo me quedo -dijo-. Creo que deberíamos rastrear esta zona, aunque sea sólo para descartar lo que dice Díndae. No querría equivocarme en esto y acabar con el enemigo a mis espaldas, y en un lugar que hemos jurado defender y que nos ha servido de refugio.
-Está bien -cedió Kargor-, yo seguiré hacia Bree. Cuando lleguéis preguntad por la posada del pueblo. El Póney Pisador, creo que la llaman.
Así se despidieron, y cada cual se puso a lo suyo: Kargor marchó hacia Bree y Thorongil y Díndae trazaron una zona amplia de rastreo. De este modo acabaron encontrando el rastro de un lobo de tamaño normal, pero de alguna forma más pesado de lo que debería. ¿Un acertijo? Rápidamente dedujeron que se trataba de un lobo trasnportando sin duda a un orco. Se acercaba al Camino del Este, y luego volvía al Norte, rumbo seguramente al Monte Gram... o a Fornost. Cuando perdieron las huellas ése era su rumbo. Los dos Montaraces decidieron entonces poner rumbo a Bree para informar.
Más o menos en ese momento, Kargor atravesaba la puerta oeste de ese pueblo. Después de comentar las últimas novedades con el viejo que vigilaba la puerta, se encaminó al Poney Pisador, admirando las construcciones de Bree, donde nunca había estado.
Una vez en la posada alquiló una habitación y trató de conversar con el propietario, un tal Centenillo Mantecona. Tanto el posadero como los tres lugareños que había en la sala principal se mostraron algo huraños con el Montaraz, pero éste consiguió, a lo largo de toda esa tarde, sacar cierta información, como que cierto hobbit de apellido Manzano había matado al lobo más grande que se había visto nunca por la zona de un flechazo en el Bosque de Chet.
Al atardecer, fatigados por la dura marcha, llegaron Thorongil y Díndae. Después de una cena sencilla en la sala privada para invitados, decidieron compartir unas pintas con los pueblerinos, y descubrir más del tal Manzano y de su proverbial puntería. Allí, y para amenizar, Kargor cantó una canción de tiempos antiguos, en la que se narraba la historia de la Caída de Arthedain y de la victoria de Angmar, y de la posterior ayuda de Gondor y de los Elfos y de la expulsión del Rey Brujo. Acompañaba con su flauta Díndae, mientras que Thorongil no perdía de vista a dos que no tenían pinta de lugareños. Eran de piel morena, ojos rasgados y nariz chata. El señor Mantecona le dijo que eran unos mercaderes de baratijas que, al parecer, venían de Tharbad. Pero ni a Thorongil, ni al resto al acabar la canción, les convenció la explicación...