sábado, 27 de noviembre de 2021

Forbidden Lands: Guerra

Dejaron los gusuks bajo la torre de Tyr Melián cuando despuntaba el alba. Evell y Adulf recibieron al grupo junto con Berny el bardo. Se refrescaron y durmieron tras casi dos días sin descansos. Evell tenía una suerte de caldo de verduras que les aportó calor y nutrientes. Adulf los flecheó a preguntas sobre sus viajes y sobre qué había que hacer para ser un Cuervo de Plata, cuestión que los dejó reflexionando.

Gracias a las sensaciones de sus amuletos de cuervo entendieron que el peligro estaba en Boldhome, y hacia allí partieron a media mañana tras haber dormido y comido. Conociendo bien el camino y el pueblo, dejaron a los gusuks a unos 60m del puente de entrada y Kurt se acercó con sigilo: la empalizada que impedía el acceso al puente estaba destrozada, como si algo la hubiese embestido, y vio gotas de sangre sobre los cantos rodados que formaban la calzada. Una flecha pasó rozando su cara, pero sus reflejos permitieron no sólo que la esquivara, sino que la flecha que tenía apoyada contra el arco saliera como el mordisco de una serpiente hacia un guardia alderlander que estaba del otro lado del puente. Falló el tiro por poco y la situación quedó en tablas, con Kurt a cubierto de un lado y dos soldados sureños del otro, burlándose de él. Tháendan llegó pocos segundos después con Ídril a la zaga. El guerrero elfo no se vio con paciencia para aguardar a que avisaran a más soldados, así que cargó con fiereza a través del puente e, increíblemente, logró un doble ataque contra los soldados que dejó a uno muerto y al otro gravemente herido. Era ahora cuando empezaban a comprender que sus capacidades, propias o entrenadas, y sus armas estaban a un nivel muy superior al del humano medio.

Con cuidado y sigilo dejaron el puente atrás e intentaron evaluar la situación. De primeras vieron unos carromatos al fondo del pueblo, en la plaza de la fuente. Dos Guardias de Hierro al menos. Los carromatos estaban enganchados a unas horrendas criaturas desconocidas (realmente eran lévog, parientes lejanos de los gusuks), quizá mutantes creados por Herrumbre.

Uno de los enormes lévog de carga

A poca distancia del puente, en el Molino Viejo, vieron la puerta abierta. Asomando la cabeza un segundo vieron a dos soldados y un Guardia de Hierro intentando forzar a alguien sobre una de las mesas de la taberna. El plan fue sencillo: Tháendan cargó contra el Guardia y Kurt e Ídril (que había cogido uno de los arcos de los otros soldados) lanzaban flechas sobre los otros dos. El combate fue rápido y letal para los sorprendidos tres enemigos. 

Vieron que la mujer a la que el Guardia forzaba era nada menos que Hearda, la encargada del Molino Viejo, que tanto los había ayudado. La indignación creció en su interior. Hearda, con la camisa rasgada, tenía colgando en su cuello ¡un colgante de Cuervo de Plata!

No se detuvieron demasiado en ese pensamiento, tendría que quedar para más tarde. Comprobaron que estaba mejor de lo esperado y sin heridas graves. La mujer les explicó que habían encerrado a medio pueblo en sus casas bajo amenaza de muerte si salían a la calle; y a la otra mitad la había cargado dentro de los carromatos para llevarlos como esclavos a Zarakzán. Venían a castigar al pueblo y en busca de los "Cuervos de Plata". Habían torturado a varios de los cabecillas de Boldhome sobre "esos tres asesinos que campan a sus anchas por el lugar". 

Trazaron un plan para tomar la plaza y lo pusieron en práctica, bajando entre las casas como ya habían hecho antes y tomando por sorpresa a los guerreros. Lástima que no estuvieran mejor preparados: los Guardias de Hierro iban con armaduras de malla y coraza, con yelmos y espadones. Las flechas de Kurt e Ídril no hacían casi mella en ellos, mientras que Tháendan, agotado por los combates anteriores, luchaba casi son voluntad contra los enemigos. En un eterno combate en el cual al final Ídril canalizó sus fuerzas sobre su compañero elfo para que pudiera usar sus capacidades extraordinarias y acabar con uno de ellos. El otro, presa de un extraño pánico, intentó escapar en uno de los carromatos, pero fue interceptado y ajusticiado por el grupo.

Liberaron Boldhome, curaron heridas y hablaron con los supervivientes. Callus había sido de los torturados cuyo destino eran las minas. Tenía la cara morada y todos los dedos rotos... pero no había dicho nada ni de los Cuervos ni de Tyr Melián. Las lágrimas anegaban su rostro al haber visto la agonía tan de cerca, seguida por la libertad gracias a los tres compañeros. En los grandes carromatos, aparte de presos, había armas y numerosas provisiones destinadas para la aislada mina de Zarakzán.

La caravana venía con órdenes de Taddeus de arrollar Boldhome y de acabar con estos Cuervos. Pero, ¿quién era ese tal Taddeus y desde dónde lanzaba esas órdenes?

domingo, 21 de noviembre de 2021

Forbidden Lands: Purgas

Después del descanso, en el cual Kurt mantuvo la guardia, decidieron atravesar el portal en forma de boca que se abría con la llave de plata. Dentro encontraron una nueva sala con una tarima de piedra semicircular al fondo sobre la cual reposaba un nuevo sarcófago.

Tras esquivar un par de trampas de losa, pero activándolas para desconectar un mecanismo de cierre en la tapa del sarcófago, subieron a la tarina y examinaron el interior del sepulcro: una momia de, tal vez, un wolfkin, reposaba tranquilo sujetando una pequeña caja de madera sobre el pecho. Ídril se la retiró, dándole gracias y deseándole un buen descanso.

La verdad, tras su experiencia con sepulcros, se extrañaron de que no apareciera un fantasma o que la momia no se alzara contra ellos. Casi fue una novedad que el muerto se quedara... muerto. Al parecer su habitante había sido un wolfkin druida, miembro seguramente de los Cuervos de Plata.

La caja, de una madera noble tallada, contenía una tablilla de ¿obsidiana? gravada con un alfabeto antiguo que Ídril conocía. Hablaba del clima, canciones, viento, nubes. La guardó para más adelante. 

La tablilla
Tháendan quiso curiosear más en el tapiz. Allí se veían escenas con la espada rota (en el tapiz completa), y observó que era una espada larga con una gema en el puño. Ya tenía el filo completo (sin montar), pero faltaba la gema. Vio que en el tapiz la criatura parecida a un gato-reptil-murciélago parecía ayudar a los enanos a forjar la espada con su fuego. Pero en la escena siguiente... ¿estaba siendo atacada? Era difícil entender el tapiz sin saber más sobre cultura enana.

¿Qué eres?

Salieron al exterior por primera vez tras dos noches dentro de la cripta, a media tarde. Fue salir y sus colgantes de plata con la efigie del cuervo empezaron a "inocularles" una sensación de peligro y premura, como un daño que estaba al oeste de allí... ¿Tyr Melián? ¿Boldhome? Miraron todo lo que les quedaba por explorar al norte y este, pero aquéllo tenía relación con la magia de los colgantes que Ídril había descubierto tiempo atrás: avisaban a cualquier miembro de los Cuervos de Plata de si alguno de sus compañeros en la distancia estaba en dificultades graves.

Extrañas cualidades guardan estos colgantes de plata

Decidieron volver para ver qué ocurría, pero se dieron cuenta de que tardarían, lo menos, dos días largos o quizá tres en llegar. Otra opción era ir a la comuna de Harick (a pocas hora de su localización) y coger allí unos gusuks para luego, al galope, llegar con suerte a la noche siguiente forzando la marcha. Conociendo la información sobre Harick que los goblins de los Huesos Huecos les habían contado no sabían muy bien cómo actuar.

Llegaron, forzando la marcha a tope, a medianoche ante las casas de la comunidad. Sigilosamente, y sabiendo que todos se hallarían en la casa común, entraron en los otros edificios, que estaban cerrados con nudos complejos. Tras una corta pesquisa entraron en un edificio de tejado a ras de suelo, un subterráneo, perfecto para conservar carne en invierno. Carne de corzo colgaba de ganchos... junto a piernas de orco y goblin. Cabezas de ambas criaturas reposaban en una cesta.. pero con un par de cabezas humanas también. Ídril, enfurecido, se preguntaba por qué Cuervo le había permitido traer a Harick de entre los muertos sabiendo que era un ser tan vil. Usando sebos y aceites que allí se guardaban plantó fuego al lugar.

Al poco salieron los familiares de Harick, gritando "¡fuego, fuego!" y se detuvieron de golpe al ver al wolfin, al elfo y al semielfo ante ellos. Harick negó las acusaciones, y acusó al druida medioelfo de ser el causante de la Niebla de Sangre y de que los demonios campara a sus anchas por el mundo. Ídril lo agarró y lo arrojó dentro del edificio. Tras una corta discusión, lo encerró allí para ser purgado.

Kurt y Tháendan, con las armas listas, mantenían a raya al resto. Tháendan, al que esos humanos poco importaban, tenía una mirada que les dejaba a todos claro que podría rajarles las gargantas sin pesatañear. Incluso los fogosos jóvenes del grupo mantuvieron la distancia y los garrotes bajos.

Al poco regresó Ídril, que tejió en la urdimbre un hechizo que calmó los ánimos y convenció a todos los humanos de que aquéllo era necesario. Los había salvado a todos. Cuervo había aceptado su sacrificio en carne: Harick había sido un pago en compensación por todas las monstruosidades. Weston, el anciano de la aldea, se dejó invadir por ese sentimiento. Todos, de hecho. Juraron lealtad a Cuervo.

El grupo pidió los gusuks, y partieron al sureste a galope tendido, con la promesa de regresar. Asuntos urgentes debían ser atendidos en Boldhome.

domingo, 14 de noviembre de 2021

Forbidden Lands: La cripta roja

El descanso por la garganta de la calavera tenía forma de pasillo escalonado no muy amplio, frío y de sillares encajados con destreza. "Enanos", sentenció Ídril. Siguieron bajando las amplias escaleras bajo la luz de la antorcha del guerrero elfo.

Al llegar a liso, Tháendan iluminó hacia arriba: un arco de piedra de hermosas dovelas curvas mostraba una clave con una talla de líneas simples del rostro de un enano.


La puerta que cerraba el arco estaba podrida y hecha trizas por el suelo, y la luz iluminó la sala contigua. Entraron por uno de los lados cortos de un espacio en forma de rectángulo con seis columnas uniformes en forma de enano hierático, con doce pequeñas cúpulas decoradas con frescos desgastados en el techo. En ambos lados largos había una salida, eligiendo en este caso la de la izquierda. Otro lado corto de otro rectángulo (éste más amplio) mostraba un cuerpo tendido en el suelo y un gran tapiz al fondo. El cadáver era de un orco que, tendido sobre su pecho, tenía unas fuertes erupciones cutáneas en las manos... Ídril intuyó un veneno: prefirieron no tocar el tapiz, pero no dejaron de observarlo. En él un grupo de enanos atacaba algún lugar del norte (picos helados) en el cual se veía una zona verde arbolada sin nieve entre montañas con niebla o vapor. En ese lugar había una criatura gigante con un arpón, flecha o jabalina clavada en un hombro. Uno de los enanos llevaba una espada de sílex muy similar a la espada rota que Tháendan había encontrado entre los restos del enano Jornen Brazofuerte en Tyr Melián... pero en aquellos hilos la espada estaba completa.

Un pasillo a la izquierda les llevó a una sala cerrada que emanaba magia. En su interior había un cofre pequeño, rodeado de cadáveres de orcos y goblins. Ídril lanzó un poderoso hechizo de contramagia, haciendo que la trampa del cofre, que percibió como una gran onda mágica que mataría al que manipulara el artefacto (como a los desdichados visitantes previos). En el cofre, una llave de plata.

Siguiendo el pasillo llegaron a una sala donde había dos salidas: una reja cerrando un arco y una boca humanoide con los dientes de piedra cerrados; comprobaron que la llave de plata abría los mecanismos de ambas salidas. Decidieron probar por la enrejada y dejar la boca para otro momento.

Al otro lado había un sencillo sarcófago de mármol sobre el suelo de piedra. La antorcha mostró runas en la lápida: hablaba de Ilnius, miembro de los Cuervos de Plata. Se trataba, sin duda, de uno de los tres enanos compañeros de Tyr Melián.

Tháendan empujó la tapa, y el cuerpo momificado de un enano apareció. Su desgastada armadura todavía lucía, y sujetaba un lienzo alargado y grisáceo. El elfo intuyó su interior y lo intentó rescatar de las manos del enano... para ver cómo el espíritu atormentado del enano aparecía en la oscuridad y atacaba al grupo. Ilnius el enano se lanzó sobre el elfo con fiereza. La Espada Rota hacía cierta mella en el fantasma, y las palabras poderosas del druida más mella todavía. Las mundanas flechas del wolfkin, sin embargo, eran inútiles.

Acabarían derrotando, purgando y dando paz al espíritu del malpocado enano. Tháendan, desenrollando el lienzo, tomó en su mano el filo de sílex que antaño formaba parte de su espada. Intentó unirlos en vano. Cansados y heridos, decidieron descansar un rato fuera de esa sala y valorar sus opciones.


Forbidden Lands: Colinas Rojas

La intemperie en las Llanuras del Dolor no son para cualquiera.

En la travesía encontrarían restos del viejo Camino del Patíbulo, que cortaba Llanuras del Dolor de sur a norte; de piedras que encajaban a la perfección gracias a las artes de ingeniería de civilizaciones antiguas. El borde del Camino marcaba cada tanto con piedras la ruta: la misma piedra tenía en relieve una ciudadela si caminabas al norte y un barco entre olas si lo hacías al sur. Entendieron que la ciudadela era esa fortaleza de la que les hablaron en varios lugares ("La Ciudadela") en la cual guardias elfos con armaduras como la que ahora llevaba Tháendan custodiaban un Mal que no debía ser liberado de esos muros. De la ruta al sur, con ese barco, no tenían ni idea. 

Pasaron un buen rato buscando dónde refugiarse y forrajeando, pero hacía un par de horas que habían entrado en Colinas Rojas, un lugar supuestamente maldito y extremadamente peligroso. Nada crecía, salvo unas plantas espinosas. El agua, rojiza, parecía venenosa y olía muy fuerte. La tierra era, efectivamente, roja, y los pequeños riachuelos, que parecían imitar hemorragias, plagaban el lugar hasta donde llegaba la vista.

En su vagar se encontraron con una pequeña banda de orcos y goblins. Iban armados y preparados para las caminatas. Midiéndose entre ellos, y con un "buenas tardes, amigos" (lo de 'amigos' se convirtió en un fin de frase común para los dos grupos) hablaron durante un buen rato. Eran de los Huesos Huecos, un clan que aglutinaba varias tribus. Al parecer tenían un líder tribal y varios grupos patrullaban las Llanuras del Dolor matando amenazas y cobrando tributos. Cuando sacaron el tema de las aldeas humanas dijeron que Harick mentía, que era un asesino de goblins y que cometía atrocidades. La tensión subió hasta que lograron calmar los ánimos y cada grupo, con palabras amables, continuó su camino.

Colinas Rojas
A la caída de la noche no habían encontrado un buen lugar de descanso, y mucho menos provisiones extra... y la Niebla de Sangre se acercaba. En ella escucharon los aullidos impíos de los Wargos de la Noche. Esa misma noche fueron atacados por ellos sin haber podido descansar. Los wargos hostigaron al grupo hasta debilitarlo, y éste debió retirarse hasta una colina pelada en la que había una serie de salientes y una entrada de aspecto extraño.
Gracias a las antorchas acabaron comprendiendo que se trataba de una roca trabajada en forma de gran calavera. Entre los wargos que atacaban y esa ominosa entrada, eligieron lo segundo. Los tres compañeros se adentraron en la oscuridad.
La Entrada

sábado, 13 de noviembre de 2021

Forbidden Lands: Comunidades

El camino de vuelta a Tyr Melián era cada vez más trillado: se transformó casi en un paseo. Descansaron allí un par de días con Evell y Adulf ocupándose de todo. Se dedicaron básicamente a cazar y buscar hierbas. La torre empezaba a tener un toque acogedor y hogareño, gracias a sus habitantes.

El plan era partir pronto, y así visitar el norte y el este de los territorios, el lugar llamado Llanuras del Dolor. Avanzaron durante todo un día adentrándose en un terreno que mezclaba taiga y tundra, con las Fauces de Frío como un eterno muro al norte de este a oeste.

Las nada halagüeñas vistas al norte

Al anochecer llegaron a una zona con tres o cuatro edificaciones cercanas, obviamente una estructura para una o dos familias. Desde unos matorrales escucharon gritos y ruido de combate. Se acercaron tomando precauciones, y acabaron combatiendo contra dos ogros que les resultaron familiares. 

La aldea de Harick y familia

Una familia estaba aterrorizada dentro de una de las casas, con los ogros exigiéndoles comida o alcohol (no quedó claro). Mataron al cabeza de familia a golpes, pero Kurt y Tháendan llegaron a tiempo con arco y espada para frenar el resto de la masacre. Los dos estúpidos ogros eran los mismos a los que habían dejado irse de Tyr Melián días atrás.

Cogiendo al cabeza de familia (Harick) y tumbándolo sobre una mesa de la casa, Ídril rogó a Cuervo una nueva oportunidad para ese hombre: el druida hizo que su cuerpo resucitara ante la mirada atónita de todo el mundo. Harick llevaba un colgante de madera tallado con el símbolo de Cuervo, que fue lo que usó Ídril para traer su alma de vuelta desde el Velo.

Pasaron una noche con la agradecida comunidad, compuesta por unos 15 miembros desde abuelos a nietos. Hablaron durante la comida y la cena, y parte de la guardia de noche (donde escucharon a algún tipo de ser arañar las puertas y paredes de madera del edificio-casa principal) sobre cuentos y leyendas de las cercanías. Sabían que había más pequeñas aldeas con las que comerciaban cuando mejoraba el clima, tanto con hortalizas como con gusuks (unos extraños reptiles bípedos). 

Los gusuks

Los gusuks eran el principal medio de transporte y carga en estas latitudes, además de alimento gracias a sus huevos y, en ocasiones, a su carne. 

Ídril rechazaría un regalo en forma de gusuks de carga para el grupo, pero agradeció conocer lugares como Vorsinghall (una peligrosa comunidad multirracial al extremo este de las Llanuras del Dolor) así como la presencia de clanes orcos y goblin que hostigaban y saqueaban toda la zona. Harick les previno sobre su peligrosidad.

Al despuntar el alba siguiente el grupo puso rumbo este, sureste: buscaban las Colinas Rojas.