Registraron la torre-faro. Hallaron diverso
material y, escondido, un cofre con monedas de oro y un papel que indicaba
lugar y hora de encuentro: campo a través, en la linde norte del bosque, camino
a las Landas de Etten. Hacia allí fueron con los caballos que encontraron en el
establo de la torre.
Asistieron a ese encuentro, con Kargor y
Thorongil al frente y Díndae oculto entre rocas y árboles nevados, con su arco
listo. Aparecieron de la nada un grupo muy amplio de orcos. Eran grandes y bien
armados, y el que hablaba parecía controlar la situación. Situación que, por un
momento, pensaron que se les iría de las manos.
Pero el líder orco, un tal Urkâsh, pareció
reconocer a Kargor, llamándolo Seregring... obviamente la cicatriz que el
licántropo le había dejado había provocado la confusión que Kargor no se
encargó de aclarar, por supuesto. Siguiéndole el juego al orco, continuaron con
el negocio.
El oro del cofre no era si no para contratar a
unos extraños orcos, más fibrosos y esbeltos que a los que los tres dúnedain
estaban acostumbrados. Eran un grupo grande, cerca de treinta, y la finalidad
estaba clara: atacar Cameth Brin.
Cerraron el trato para poder salir vivos de allí,
y se confirmó que el ataque sería en un par de días. Los tres muchachos se
despidieron y, tan pronto como pudieron forzaron la marcha hacia Cameth Brin
para dar el aviso. Pero antes tuvieron un extraño encuentro...
En la primera noche de camino escucharon un
sonido desconocido, como de un animal lamentándose. Acabaron encontrando a un
Águila herida con una flecha en un ala. Consiguieron acercarse y curarla, y
resultó que la herida era superficial. Era una Gran Águila que se había
acercado demasiado al grupo de orcos y se había llevado un virote de
premio.
A la mañana siguiente el águila, de nombre
Ausorne, enorme a ojos de los montaraces, demostró que podía volar. Díndae le
pidió como pago por salvarla un favor: que avisara a Rivendel del ataque a
Cameth Brin. El águila juró hacerlo.
Cabalgaron y cabalgaron y llegaron a Cameth Brin,
donde los hombres de Seregring habían desaparecido y sólo quedaban unos pocos
soldados que más bien eran granjeros, enfermos para añadir más facilidades.
Hablaron con Godric, mayoral del rey Broggah, ya
que el propio rey no salía de su palacio. Godric informó de que la ciudad
estaba libre de los hombres de Seregring, pero que una extraña enfermedad había
postrado a gran parte de la población, que ahora se intentaban recuperar en sus
hogares. Los tres muchachos se miraron, recordando que en un día podrían tener
a treinta orcos mestizos atacando las puertas. Díndae se ocupó de encontrar la
plaga, cosa fácil: el agua del pozo principal había sido envenenada con hierbas
ponzoñosas. El remedio era sencillo: agua limpia y reposo.
Mientras, Thorongil y Kargor pusieron a la gente
sobre aviso y los prepararon para la batalla. Wulfric, un viejo pero animado
capitán de la guardia les abría cuantas puertas necesitaran. Montaron
barricadas en todas las zonas indefendibles, vaciaron las casa exteriores y
reunieron a toda la población en un único barrio. Trabajaron todo el día
cargando madera, armas, heridos. Su espíritu animó a muchos que, gracias a los
remedios de los montaraces, entre ellos infusiones ligeras de athelas, se
recuperaron lo suficiente como para blandir un arma.
Pasó la noche y el día siguiente, 14 de enero del
2912. Contaban con pocos hombres jóvenes enteramente recuperados, pero la presencia de los dúnedain los enaltecía.
Pero la siguiente noche no pasaría tan
fácilmente. Lo vigías avistaron a los primeros orcos hacia la medianoche.
Los tres montaraces habían dispuesto las defensas
para hacer creer que la puerta sur era la más vulnerable. La estrategia urdida
por Thorongil dio sus frutos, y la primera oleada cayó sobre ellos. Los
norteños disparaban sus arcos cortos, mientras que Kargor y Díndae (éste subido
en un tejado cercano) descargaban sobre el enemigo. Los que llegaron comenzaron
a subir la barricada, y ahí actuaron las lanzas y la jabalina de
Thorongil.
Varios orcos cayeron, pero varios se abrieron
paso y consiguieron saltar la empalizada. Díndae saltó del tejado mientras
Kargor y Thorongil hacían cantar sus espadas. Mientras, otra oleada caía sobre
la barricada.
Los defensores estaban débiles y sobrepasados.
Antorchas con fuego caían sobre la ciudad y eran apagadas no sin esfuerzo por
la mujeres y los ancianos. Los orcos estaban tomando la puerta sur.
Sólo la sangre dúnadan pudo con la embestida: las
cuatro espadas rugieron cortando extremidades y abriendo cabezas sin cesar.
Thorongil se enfrentó a un orco enorme y, a pesar de recibir una herida, acabó
con él.
Ésto puso en desbandada a los pocos que quedaban
en pie despues de vérselas con el mandoble de Kargor y las espadas cortas
gemelas de Díndae. Y los pocos que huían campo a través no llegaron al pequeño
bosque al este de Cameth Brin: unas sombras voladoras cayeron sobre ellos,
agarrándolos en plena carrera, lanzándolos por el aire, aplastándolos.
Díndae, subido a la barricada con su arco listo
para matar a alguno de los que escapaba no pudo reprimir una carcajada al ver
aquellas sombras y, mirando a su espalda vio a sus amigos y gritó: "¡Las
Águilas! ¡Las Águilas han venido!".