Santiago de Compostela, otoño de 1988. Cómo no, dada la
localización, llovía.
Recuerdo que el paso de 5º a 6º de EGB fue bastante traumático, ya
que tomaron las dos aulas de 5º A y B y nos mezclaron para dar dos
grupos nuevos. Antes un solo profesor nos daba todas las materias,
pero de repente teníamos uno para Sociales, otro para Naturales,
otro para Matemáticas... Nuestro tutor se sacó de la manga una
"biblioteca de aula". Ahora son muy comunes, pero en aquel
momento fue el no va más. El rollo era llevar un par de libros cada
alumno y, entre todos, elegir un bibliotecario. A la salida, el que
quisiera podía pillar un libro, apuntar su nombre y a leer. La
verdad, tenía más éxito que la propia biblioteca del cole... debía
ser por el hecho de saber que eran libros de compañeros.
A lo que iba: revisando la biblio podías encontrar un "20 mil
leguas", "Miguel Strogoff", "Memorias dun neno
labrego", y así. Pero mis ojos se posaron el uno que ponía
Lucha-Ficción. Se llamaba El Hechicero de la Montaña de Fuego. Y lo
pillé. Y, de primeras, no entendí ni papa. No era muy de leer, ya
que los libros recomendados desde el colegio no estaban adaptados.
Hoy en día hay mil libros para todas las edades. Pero a los once o
doce lo normal era que te mandaran leer a Cervantes o a Quevedo, y no
a todos nos gustaba.
Lo leí de nuevo, cogiendo unos dados de un tablero Oca-parchís
reversible olvidado que tenía en el fallado e intentando
completarlo. Morí varias veces por hacer el cafre, y me frustré
bastante. Pero al cabo de varias noches jugando acabé pillando el
tranquilo. Un día coincidió que lo tenía en la mochila al volver
del colegio y me encontré con dos amigos de la pandilla del barrio,
con los que más solía jugar. Eran más pequeños (unos 4 años menos, es decir entre 7 y 8)
pero en aquellos años era lo que había. Les conté lo del libro y
no lo entendieron. Así que arranqué una hoja de libreta y, entre
los dos, tiraron la Destreza, la Resistencia y la Suerte del
personaje. Y empecé a leer. Y ellos a elegir. Y cuando apareció el
primer monstruo yo tiré por él. Y ellos, un dado cada uno para
atacar.
La verdad, avanzaron bastante y, a veces, sobrevivían por que yo
decía cosas "el monstruo este es muy duro", "este
camino parece peligroso" y cosas así. Fue en el portal de mi
casa, a pocos metros de donde ahora vivo, en la zona monumental de
Santiago. No puedo precisar el día pero, para mí, fue mi primera
partida de rol con ellos. Realmente hay gente que sigue jugando así,
pero con módulos del Dungeons.
Acabé comprando mis propios juegos (Laberinto mortal, Espacio
Asesino...) y seguimos unos meses con esta dinámica. Pero se nos
quedó corto. Al final escribí unas reglas sencillas basadas en el
sistema de los libro-juegos, pero con hechizos y otros añadidos
herencia de ver Dragones y Mazmorras, Krull, Willow, Dragon Ball y
cosas así. El juego se llamaba La Espada de las Gemas Mágicas, y
era conclusivo, ya que iba de recuperar siete gemas, engarzarlas en
una espada mágica para matar un demonio que asolaba el reino. Con
una cartulina dividida a mano en casillas dibujé un reino con
castillo, pueblos, bosques, granjas, cuevas... Había guerrero, mago,
ladrón, hombre-lobo (estaba flipado con el Altered Beast) y podían
hacerlo cooperativo o hacerse perradas. Lo pasamos bastante bien con
el juego. Y acabé desarrollando otro al año siguiente, una especie
de versión 2.0, que incluso presenté en en clase de pretecnología
(un notable me pusieron). Yo mismo hacía las figuritas con
cartulinas, y el tablero era a todo color (con rotuladores carioca).
Seguimos con nuestros partidos de fútbol, con nuestros juegos de
barrio y, unas navidades, a uno de la panda le cayó el Heroquest.
Aquello fue como pasar a la tele en color. Y algo extraño, pues se
oficializó el hecho de que aquello a lo que jugábamos ¡existía!
Cómo no, tuve que hacer siempre de Mentor, pero nunca me importó.
Es más, me encantaba.
Pasaría un poco más de tiempo hasta que me encontrara por
casualidad con la primera Guías del Juego de Rol. Allí leí que
había juegos como estos a los que jugábamos, pero con el único
tablero de tu imaginación.
En esa época había sólo una tienda especializada en Santiago:
Kómic, la decana de mi ciudad. Pero, acostumbrado a moverme solo por
la zona monumental, ir a la calle donde está me parecía una
auténtica expedición de salacot y porteadores. Ahora llego andando
en 20 minutos, pero supongo que ciertas perspectivas cambian cuando
eres un chaval.
En fin. Que entré y eché un tímido vistazo. En 7º nuestra
profesora de Lengua nos mandó leer El Hobbit, y yo ya había pedido
para mi cumpleaños El Señor de los Anillos. Ahora estaba a finales
de 1º de BUP y vi, de un color naranja rojizo, el MERP de Joc
Internacional. Sin tablero ni nada. Ni dados (los compré en el Bazar
do Vilar, lugar al que luego recurriría para más dados y algún
juego que pillaban al despiste, ya que era una juguetería donde
tenían desde Airgamboys a triciclos rosa). Me valió 1995 pesetas,
en aquel momento casi mi sueldo de un mes.
Ahora es un simple Rolemaster básico, pero con 14 años leerme ese
pedazo de reglamento superaba con mucho mi capacidad comprensiva. Me
costó bastante leer todo el manual, y jugarlo se me hizo muy
complicado con dos chavales de 11 y otro de 13 años que no leían
nada y a los que había que hacerles las fichas de personaje.
Jugamos durante varios años a algo parecido a Tierra Media, y a
otros mundos que inventaba de cero. Mirando el Heroquest, recordé
que el Mentor tenía una cartulina que servía para aislar mis notas
secretas de los jugadores, así que me hice unas pantallas. Luego me
sorprendió ver que también las había. Era un cúmulo de cosas
obvias, que te guiaban a una sensación de “eh! Yo también lo hago
así”. Luego vi en las tiendas que habían otros juegos, como AD&D,
pero excedía con mucho mi economía comprarme tres manuales para
empezar a jugar. El siguiente juego que me compré fue La Llamada de
Cthulhu, recomendado también en La Guía. Durante un tiempo mi
economía mejoró (me aumentaron la paga semanal, gracias también a
colaborar más en el negocio familiar), lo que propició que pudiera
comprar muchos libros de Alianza de Los Mitos, algunos libro-juegos
más, más dados... Esta época de BUP marcó unos momentos de
altibajos académicos (nunca repetí curso, pero era de los que se
llevaban 2 ó 3 para septiembre), a causa de centrar en esta afición
gran parte de mi tiempo y atención. Comenzaron a caer suplementos y
otros juegos nuevos (Paranoia, Príncipe Valiente, Rolemaster,
Runequest), y en 2º y 3º de bachiller los recreos y las horas donde
faltaba un profesor eran para una partida con dos amigos de
instituto.
Esta época del final de EGB y de BUP, con los juegos de rol de
fondo, propiciaron que me aficionara mucho a la lectura, hasta el
punto de que siempre estoy leyendo algo y, a veces, varios libros a
la vez. Me gusta leer. Pero porque leí en esta época lo que me
gustó. Leer implicó conocer el mundo, ya que tenía que leer sobre
la Edad Media para poder recrearla en mis partidas, o sobre los años
'20 para saber desenvolverme en las partidas de Cthulhu.
Como conclusión podría decir que no podría concebir mi vida sin
los juegos de rol, igual que otros no podrían hacerlo sin el fútbol
o sin la borrachera del sábado. Como afición me parece de lo más
sano y enriquecedor, y la recomendaría siempre.