Sobrevivieron, sí; lograron salir de aquella choza, pero no gracias a su pericia o su valentía. Un grupo de muchachos tirando canicas de plata con sus hondas comenzó a atacar a los lobos. Eran los muchachos con los que había hecho migas Othar en Walkenburgo. Los lobos cambiaron su punto de interés hacia los chavales, que salieron por patas rumbo al pueblo. Eso dio tiempo a Othar, al desorejado Ahnvae y a Lámorak a recomponerse, pero no a defender a los jóvenes del ataque de los lobos. Cuando llegaron corriendo (Othar había dado a Lámorak una poción que llevaba en la mochila desde el templo de Chauntea, que creía de curación) los chavales estaban muertos, y la poción liberó una llamarada destructora que calcinó a los lobos.
Sobre los cadáveres de los muchachos juraron venganza. Los llevaron de vuelta al pueblo, pero Othar logró escabullirse con la segunda poción que le quedaba. Sabía que la gnoma estaba en el bastión Strigoi, y fue estando casi allí que vio cómo surgía de una máquina infernal parecida a una esfera armilar el torso verduzco, transparente y terrible de Véndegor... La visión era aterradora, y la gnoma parecía tener alguna clase de plan, pero todo se cortó cuando Othar tragó la poción, sintió el calor fluir por su cuerpo y liberó la llamarada sobre la gnoma y la esfera: todo quedó arrasado en segundos.
De los restos Othar consiguió recuperar varios cachibaches, llamando especialmente su atención un brazal-guante con una joya verde (la joya que les había robado la gnoma) en el revés del guantelete.
Diversos reveses sucedieron después, entre los que se cuenta una nueva expedición al baluarte Strigoi en el cual tuvieron encuentros terribles con licántropos y murciélagos gigantes; es más, acabaron encontrándose al mismísimo padre de Gregor Strigoi: el Señor del Castillo, Dolor de Walkenburgo. Consiguieron ponerlo en fuga tras un intercambio de amenazas en las cuales el guerrero tocado por la bendición de San Cuthbert, Lámorak de Bors, tuvo la voz cantante.
Destruyendo a una vampira, novia de Strigoi, Ahnvae recuperó una extraña daga con guarda en forma de murciélago y pomo translúcido que acabaría dando algunos problemas.
Más adelante, acabarían en los subterráneos del castillo, una trampa mortal. Allí, intentando atravesar una densa cortina de agua (lo que consideraron era el río Princesa fluyendo al lado del castillo), Othar y Lámorak acabaron perdidos en un profundo pozo, y (planteándose que ya eran muy mayores para salvarse a sí mismos) Ahnvae continuó su camino... largo y tedioso hasta una gruta que salía al exterior. Al mirar alrededor, rodeado de árboles enormes en la noche estrellada, entendió que estaba en medio de la Floresta del Telar. Ni un sonido alrededor, ni un animal, ni una de esas espantosas arañas gigantes. Pero algo surgió de la oscuridad: una criatura como jamás había visto en los bosques de Semberholme; un ser horrible que avanzó con furia y, de un potente revés con su puño derecho, lanzó al elfo varias yardas por el aire.
La mente de Ahnvae se fundió con la oscuridad, y nada más supo.
Diversos reveses sucedieron después, entre los que se cuenta una nueva expedición al baluarte Strigoi en el cual tuvieron encuentros terribles con licántropos y murciélagos gigantes; es más, acabaron encontrándose al mismísimo padre de Gregor Strigoi: el Señor del Castillo, Dolor de Walkenburgo. Consiguieron ponerlo en fuga tras un intercambio de amenazas en las cuales el guerrero tocado por la bendición de San Cuthbert, Lámorak de Bors, tuvo la voz cantante.
Destruyendo a una vampira, novia de Strigoi, Ahnvae recuperó una extraña daga con guarda en forma de murciélago y pomo translúcido que acabaría dando algunos problemas.
Más adelante, acabarían en los subterráneos del castillo, una trampa mortal. Allí, intentando atravesar una densa cortina de agua (lo que consideraron era el río Princesa fluyendo al lado del castillo), Othar y Lámorak acabaron perdidos en un profundo pozo, y (planteándose que ya eran muy mayores para salvarse a sí mismos) Ahnvae continuó su camino... largo y tedioso hasta una gruta que salía al exterior. Al mirar alrededor, rodeado de árboles enormes en la noche estrellada, entendió que estaba en medio de la Floresta del Telar. Ni un sonido alrededor, ni un animal, ni una de esas espantosas arañas gigantes. Pero algo surgió de la oscuridad: una criatura como jamás había visto en los bosques de Semberholme; un ser horrible que avanzó con furia y, de un potente revés con su puño derecho, lanzó al elfo varias yardas por el aire.
La mente de Ahnvae se fundió con la oscuridad, y nada más supo.