domingo, 9 de noviembre de 2025

Objetivos y motivaciones

 Cada uno por su lado intentaba alcanzar ciertas metas.

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La viuda Thompson, usando el bufete de sir Gideon Forrester, se hizo con diversos inmuebles (varios pisos y un edificio amplio) para establecer una fundación dedicada a su difundo esposo. Quería recuperar la importancia de su apellido después de una etapa de viudedad centrada en el hedonismo y la pérdida de autorrespeto. La transformación en vampiro causó un gran impacto en ella, como no podía ser de otra manera.

Su objetivo era recoger mujeres en peligro de exclusión social extrema, y darles cobijo y formación. Sus hijos estarían también cubiertos, sobre todo después de lo ocurrido en Santa Ana. Clarissa Thompson cargaba con la culpa del muchacho muerto y quería intentar purgar su culpa de alguna manera.

Carson, su viejo mayordomo, aunque suspicaz seguía siendo fiel al apellido familiar, y era el encargado de la nueva residencia familiar (la mansión se había cerrado y se mudaron a una casa más austera al oeste de la catedral, pasado el Irwell. 

Lucy, la chófer, había pasado por varios encuentros peligrosos. Había sido herida por un cazador de vampiros (el de Santa Ana) y Clarissa se vio obligada a darle de su propia sangre para que se recuperara. A partir de ahí Lucy se mostró con menos dudas hacia la viuda, a pesar de que el doctor Grüber (hacia el que la muchacha mostraba cierto enamoramiento) le había dicho que, en cuanto pudiera, huyera de Manchester para verse liberada de todo el horror que vendría.

Clarissa había usado sus poderes para dominar a Sir Gideon, a Lucy en algunas ocasiones, a varios vendedores de inmuebles para rebajar astronómicamente los precios... Después de la destrucción del palacio de eventos de Pomona la prensa cargó contra judíos e irlandeses, así que la viuda visitó al redactor principal del Times. La línea de acusaciones cambió de golpe a un atentado planificado por empresarios de Liverpool.

Su mente ahora estaba en su fundación, centrada en el apoyo a mujeres, madres solteras, maltratadas... Dar una educación básica, unas habilidades de oficio sencillas para integrarse en el mercado laboral y ganar independencia. Red de apoyo, básicamente.

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El doctor Hall estaba pendiente de que la enfermedad remitiera. Llegó a Manchester para investigar un extraño caso de disentería mezclado con cólera que atacaba especialmente a los sectores empobrecidos. Llegó con su acompañante oriental, Nuli, una mujer de 35 años que llevaba unos 30 acompañándolo. Hall la encontró en sus viajes por Europa, en un lugar llamado Moldavia... Una niña huyendo de algo o alguien a la que el buen doctor adoptó y acompañó en su huída al oeste.

Hall quiere liberar a Nuli, no quiere que lo acompañe hasta su vejez y muerte. No podría ver morir a su pequeña, a la que considera una hija. Nunca una sirvienta y menos una esclava, como la propia Nuli orgullosamente se sentía. Debía conseguir que Nuli se liberara de ello.

Su principal motivación era investigar la plaga y erradicarla colaborando con los médicos mortales de la ciudad. Para ello contactó con la Real Enfermería y sus gestores, pero también abrió su propia consulta en Booth St.

Poco sospechaba cómo sus encuentros con el Hombre Largo y la desaparición de un tal Guthrie (sir, nada menos, que fue visto por última vez entrando en su consulta) atraerían a la policía de la ciudad hacia su persona, especialmente al inspector Cobblepot de la comisaría de Irwell Lane. Poco sospechaba, siendo él contrario a la esclavitud, que acabaría vinculando a la fuerza al propio inspector y a tres agentes que hacían peligras su mascarada particular.

Nuli, objetivo de dos facciones, fue vigilada desde las sombras. Hall busca respuestas.

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Johann Gruber tuvo que mudarse después de que el Cazador de Santa Ana incendiara su casa y laboratorio. Acabó buscando otro refugio, pero hasta que el Cazador fue eliminado no pudo dormir tranquilo. La muerte del Hombre Largo también supuso un descanso.

Un accidente dejó a su benefactor, el doctor en medicina sir Robert Grant, ciego de ambos ojos. El accidente ocurrió cuando Gruber le dejó unas muestras de sangre vampírica para analizar. Cuando sir Robert, al día siguiente, acercó las muestras a la luz del sol éstas estallaron clavando esquirlas de cristal en los ojos del desdichado médico.

La joven sobrina de sir Robert, Jessica Hillfort, residía desde hacía unas semanas con su tío ya que su padre (el cuñado de Robert) es un viudo incompetente para las labores paternas. Ahora Gruber se siente culpable del accidente y responsable de la seguridad de los Grant... y exageradamente atraído por Jessica.

Recientemente, mientras convalece, sir Robert ha cedido, como albacea de los difuntos Gruber, su herencia a Johann: una pequeña fortuna y una finca edificada en algún lugar de Austria-Hungría.

Gruber se hizo con un apartamento en Market St., cerca de la Real Enfermería, desde donde seguirá con sus investigaciones farmacéuticas y su ansia por saber si su condición tiene cura.

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Henry Powell busca venganza. Pero esa venganza es de clase. Cuando vivía fue uno de los líderes de la revuelta de 1819 contra las condiciones laborales y los precios del grano en todo el territorio del norte.

Henry Hunt, el orador, logró reunir a sesenta mil personas en la ciudad de Manchester para un discurso radical sobre un cambio social. Pero la sombra de Francia y la amenaza de una Inglaterra jacobina estaba ahí, y los húsares a caballo cargaron sobre la marcha pacífica en Saint Paul's Fields, con la muerte confirmada de al menos 17 personas y más de 650 heridos por sable o pisoteados por los caballos. Pero pudieron ser más. Comparándolo con una batalla, los lugareños conocerían aquello como un nuevo Waterloo... llamándola Masacre de Peterloo.

Powell busca un cambio social, romper las estructuras. Y todo porque durante décadas fue un esclavo. Tras Peterloo fue capturado por quien mandaba. Fue abrazado y toturado. Su sire, Reinhold Ambrose, lo vinculó y abusó de él, arrastrándolo por Europa y alejándolo de todo lo que le era propio. Pero Powell acabó conociendo a un grupo de vampiros que se autodenominaba "anarquista". Le enseñaron un ritual que rompía el vículo. Libre del mismo, fue capaz de matar y robar el alma a su sire.

Con ayuda de una secta religiosa oriental con la que estableció lazos de alianza, volvió a Manchester hace unas semanas con vista a recuperar el espíritu del 1819 y revolver los pilares de este sistema caduco.

De primeras busca a los vampiros de la ciudad. De segundas buscó y consiguió eliminar a la amenaza del Hombre Largo. De terceras busca a un vampiro que ronda la zona y sabe cosas, que responde al nombre de Beckett.

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Ronan McKenna fue abrazado a la fuerza. Y a la fuerza sobrevive entre las sombras. No quiere perder sus lazos con los irlandeses de las fábricas de algodón. No quiere ser un monstruo, pero usará su poder contra el sistema.

En el Claddagh, un pub cerca de York St., asistió a una reunión de socialistas que acabó en redada. Los policías salían volando a su paso y pudo rescatar ejemplares del Manifiesto Comunista y pruebas de imprenta de El Capital, impidiendo que quedaran pruebas en el lugar que acusaran a sus amigos Cormac Flynn (dueño del Claddagh) o a Seamus O'Kieff, mecánico del algodón y líder de una célula socialista.

McKenna quiere ayudar. Sobre todo es eso. Siente un vínculo con la viuda Thompson por su forma de ser, y con Powell porque tienen objetivos afines. Pero la lucha obrera y la causa irlandesa está siempre presente.


martes, 22 de julio de 2025

El fin del Hombre Largo.

 Durante un tiempo el grupo estuvo perdido en sus decisiones e indecisiones.

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Grüber y Hall se aliaron en su búsqueda de una cura para la heliofobia hematofagia, pero los diversos experimentos daban resultados no concluyentes o, directamente, contrarios a toda ciencia conocida.

La viuda Thompson empezó a usar su poder para convencer a varios especuladores inmobiliarios de lo buena idea que sería venderle a ella casas a precios bajísimos. En el bufete de abogados de la viuda, propiedad de un amigo de la familia, sir Gideon Forrester, estaban asombradísimos.

McKenna iba y venía. Su última andanza había sido internarse en Liverpool buscando respuestas. Allí, tras varios días infiltrado, escuchó rumores nocturnos sobre una figura de poder llamada Inglewood, al que se referían como Príncipe de Liverpool. Por lo visto había varios vampiros en la ciudad y otros habían salido rumbo Manchester para tomar el control de la decapitada urbe.

Powell rondaba en busca de recuerdos por la cambiada ciudad, y fue así como se acabaría encontrando con los médicos de nuestro grupo y estableciendo contacto con todos ellos.

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Durante las siguientes semanas buscaron al Hombre Largo, que siguió asolando los barrios y abrazando a niños sin orden ni concierto (y en varias ocasiones atacando a Grüber y haciéndole beber de su sangre), presa de cierta locura que no entendían. Lograron desentrañar ciertos enigmas, como el del vampiro horrendo llamado Tadeus, que vivían en unos restos romanos bajo la ciudad. Vampiro que apareció hecho cenizas bajo un pozo, dejando un par de libros extraños que Hall guardó.

Hubo un encuentro en la ciudad donde políticos, empresarios, personalidades y artistas compartieron una noche en el ayuntamiento, lugar donde investigaron quién o qué estaba intentando hundir el proyecto del gran canal, consiguiendo inculpar a un funcionario corrupto que trabajaba para Liverpool (máximos interesados en que el proyecto fracase).

También lograrían capturar a una réplica de Hombre Largo, que resultó ser uno de los niños... pero alargado y cambiado físicamente por artes oscuras.

También tuvieron un amargo encuentro Grüber, McKenna y Hall con otros vampiros en la Albert Square, ante el ayuntamiento. Un vampiro nuevo en la ciudad hablaba con varios altos funcionarios, y el grupo entendió que era claramente una forma de control mental. Siguieron al tal vampiro y a sus dos guardaespaldas no muertos hasta un pub llamado El Ángel, al norte del centro. El vampiro, proclamándose Príncipe de Manchester, exigió su obediencia y lealtad. Digamos que todo acabó mal y las garras de Hall y la enorme fuerza inhumana de McKenna lograron acabar con dos de ellos rápidamente (para su sorpresa); Grüber acabaría con el "principe"... poco digno de tal título. 

Lo peor fue que, en su ignorancia, entendieron que sorbiendo toda su sangre acabarían con ellos con más facilidad... Grüber sería al único que no tendría la desgracia de hacerlo correctamente, para suerte de su alma.

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Durante los días el doctor Hall está custodiado por Nuli, una mujer asiática de 35 años, 30 de los cuales los ha pasado en compañía del vampiro.

Nuli es, a su vez, distinta. Tiene ciertas capacidades innatas que le permiten usar cierta magia simpática de forma muy eficiente. Lo había demostrado preparando curas para pacientes de la consulta y también siendo capaz de generar sellos en la puerta de la casa que impedían la entrada a desconocidos de voluntad débil.


Nuli era un misterio en sí misma, con un origen desconocido, una criada diligente y fiel, leal hasta el tuétano... a la que Hall quería dar la libertad total. Quería alejarla de sí, ponerla a salvo de esta oscuridad. Pero Nuli soñaba con la inmortalidad y con la posibilidad de permanecer con su maestro.

Pero, ¿podría ser que otros estuvieran tras ella? La secta Ye Long, aliados de Powell, han estado buscando algo en la ciudad usando artes oscuras... algo que perdieron hace mucho y que llevan buscando por Europa décadas. ¿Podría tratarse de ella?

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Y, hablando del Ye Long y Powell... los explosivos están listos. Los asiáticos, especialistas en pólvora, le dieron a su aliado la suficiente para volar el Palacio de Pomona.
Powell, noches atrás, había seguido el rastro de niños vampiro hasta los jardines de Pomona, un lugar al sur dedicado al ocio y al arte. Un palacio endeble y en desuso permanecía allí, futura víctima de la magna obra de dragado para hacer el gran canal: todo el inmenso jardín público quedaría cubierto por las aguas del río Irwell, y el palacio, otrora lugar de bailes y teatro, sería derribado.

Ese palacio estaba siendo ahora refugio diurno del Hombre Largo y de sus chiquillos. El plan era volarlo a primera hora de la mañana  con todos dentro, usando una mecha retardada.
Cosa que hicieron.

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Días antes hubo un cisma en el grupo. Grüber había sido víctima de un incendio en su casa, estando fuera por suerte. Descubrieron que un muchacho acompañado por dos adultos había arrojado botellas en llamas contra su farmacia.
Supieron que eran el monaguillo de Santa Ana, una iglesia del centro. Los dos hombres eran uno el párroco, y otro un tipo grande y alto, vestido con pieles sin curtir como si fuese un trampero americano.

Decidieron, una noche, asaltar la iglesia buscando respuestas... pero la violencia usada fue desmesurada. Powell destrozó con sus garras al trampero y lanzó desde al campanario al párroco, Thompson rompió el cuello al monaguillo. Hall presenció casi todo, y se quedó muy impresionado  y conmocionado. Grüber, en el exterior, sólo vio caer al párroco ante sí, y su cabeza casi le estalla. No quería saber nada más de todo aquello.
Por eso, para volar el palacio de Pomona sólo estaban Thompson y Powell.

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Grüber centró sus noches posteriores en visitar a los Grant. El pobre doctor Grant había quedado ciego en un accidente de laboratorio unos días atrás (Grüber le dio una muestra de su sangre y éste, al analizarla, la expuso al sol y la muestra estalló en el tubo de vidrio, lanzando esquirlas sobre los ojos del doctor). La sobrina de Grant, Jessica Hillfort, a la que Grüber había conocido semanas atrás, cuidaba de su tío y atendía al joven Johann siempre que podía. Entre los dos afloraban grandes sentimientos.

También en hacer largos turnos de noche en la Royal Infirmary y en hacerse con aliados, como Phillip McAndrew, un joven abogado de la firma de Forrester.

Hall fue casi capturado por el investigador Aldous Cobblepot, de la metropolitana. Buscando pistas sobre la desaparición de sir Charles Guthrie (que Hall había matado un par de semanas atrás al descubrir que era un pederasta), Cobblepot consiguió una orde de registro para la casa del vampiro. Todo resultó un caos, y Hall logró reducir y atar al investigador y a 3 agentes, a los que retuvo durante unos días dándoles pequeñas dosis de su propia sangre. Ahora son sus agentes.


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Con el grupo dividido por lo ocurrido en Santa Ana, fue la fortuna la que los guio a la estación de tren de London Road, donde el Hombre Largo tenía otro refugio. Tras un breve intercambio de palabras, lucha entre ellos (ya que Grüber estaba dominado por la sangre), combate a muerte con el Hombre Largo e incendio posterior, lograron escapar de la zona dejando un vagón ardiendo y a uno de los niños chiquillo huyendo de allí... quizá para tramar su venganza.

domingo, 4 de mayo de 2025

Extraños encuentros (1)

     Las primeras noches fueron muy difíciles para los tres recién nacidos. 

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Por un lado Thompson tuvo que engañar a su servicio (diez personas) sobre una extraña dolencia que impedía que saliera de día. El doctor Grüber la certificaba, pero él mismo era víctima reciente de ese mal. Ambos compartieron momentos hablando de la dolencia, de sus síntomas incapacitantes, de su carencia de apetito, pero también de su necesidad de cubrir otro tipo de ansia.

McKenna pasó algunas noches perdido tras casi entregarse a la policía y matar uno de los caballos de la viuda Thompson en un ataque de Frenesí.

El doctor Hall, más experientado en vivencias, pero carente de contacto con otros seres de la noche, intentó educarlos en lo que sería su nueva existencia no como pacientes infectados por una dolencia con posibilidad de cura... sino como malditos condenados.

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Intentando encontrar la forma más discreta de alimentarse Thompson organizó una fiesta. "No más de 25-30 invitados" le dijo a su mayordomo Carson. Y así se hizo, y sus tres nuevos compañeros fueron invitados. En esa fiesta la viuda logró alimentarse de uno de sus jóvenes invitados, bajo las recomendaciones de los médicos.

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Pero un no invitado irrumpió en la casa Thompson. Bueno, no podríamos decir que irrumpió, porque lo hozo con la mayor de las discreciones y educación. Era alto, pálido; de rostro afilado adornado por una lacia melena negra hasta los hombros, y ojos ocultos tras una gafas ahumadas y tintadas. Su cuerpo delgado no abultaba mucho bajo sus extrañas ropas (botas altas de cuero, pantalón de lana de diversos tonos, camisa pasada de moda de cierre con cordones y un guardapolvos largo), pero parecía... grácil. Serio, pero al mismo tiempo amable en su gesto, se presentó a McKenna con un "Buenas noches. He llegado recientemente a la ciudad y lo propio es presentarme: me llamo Beckett".


McKenna, sorprendido, devolvió el saludo. "Me gustaría saber", continuó el extraño, "quién es el Príncipe para presentarle mis respetos y asegurarle que no tengo ninguna intención contraria a sus normas". El joven irlandés no pudo sino responder "Me parece correcto". Pero rápidamente le explicó que no sabía de qué demonios estaba hablando. Pronto se unirían, en corrillo, el resto de vampiros de la fiesta.

    Beckett, muy sorprendido, no sabía qué decir. Un grupo de vampiros reunido, una fiesta, ni idea de lo que era un Príncipe o un Elíseo. Beckett entendió que era un caso extraño y citó al grupo en el Regency, un hotel cercano a la estación Victoria, al norte.

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La noche siguiente, con unos vampiros ya más entrenados, permitieron una alimentación menos accidentada.

Thompson, por ejemplo, hizo uso de su pequeño carro familiar para ir a un parque público cercano. La siempre eficiente cochera Lucy dejó a su señora allí y esperó a que volviera de un ligero paseo vespertino. Clarissa se acercó a un joven sentado en un banco y estableció conversación con él. El pobre había sido rechazado por su amor de juventud, y no lo llevaba nada bien. De alguna manera, y tal como había hecho en la fiesta, fu capaz de calmar al joven, beber de su cuello, sellar la herida y hacer que "olvidara" todo aquello. 

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El Regency era un gran hotel, muy lujoso. Se quedaron sorprendidos al ver en recepción ese nuevo dispositivo que estaba ya en algunas casas de la ciudad: el teléfono. El doctor Hall no pudo sino curiosear y hablar con el recepcionista sobre tan enorme avance. El "señor Lancer" (Beckett) estaba en una de las habitaciones del último piso. Una vez allí hablaron durante largo rato. Les habló de las Seis Tradiciones, de lo básico para sobrevivir en la Larga Noche. De cómo unos tendrían unas capacidades y otros, otras. De las formas de morir para siempre.


Se presentó como un investigador, un arqueólogo de los malditos. Venía de Londres y creía que bajo Manchester había algo que debía encontrar. Que las obras sacarían a la luz secretos que era mejor ocultar de miradas mortales.

Y, entonces, la noche entró en la habitación en forma de cristales rotos.

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La ventana del balcón se abrió de golpe para adentro y, con ella, entraron el Hombre Largo y cinco criaturas adheridas al techo y a las paredes. El Hombre Largo llamó a sus chiquillos y los invitó a unirse a él. Los otros dos (por Hall y Beckett) también serían buena compañía. Todos se negaron y se dispusieron a luchar. Grüber sintió algo en su interior y no pudo evitar alzarse contra su grupo; conseguirían detenerlo. Mientras, Beckett y Hall mostraron unas garras antinaturales en sus manos y atacaron a los sirvientes del Hombre Largo sin piedad, rasgando cuellos y vientres. Maldiciendo, su señor se retiró por el balcón.

Vigilantes, quemaron los cadáveres en la gran chimenea de la habitación y siguieron debatiendo en la oscuridad. Beckett, eso sí, dijo que no se iba a inmiscuir. No era su guerra. Thompson se lo echó en cara, pero el vampiro ceñudo les dijo que eran ellos quienes deberían sentirse en deuda por todas las explicaciones que éste les había dado. Se despidieron con cierta amargura.

Así, de nuevo, se vieron solos ante lo desconocido.