viernes, 10 de mayo de 2019

El Misterio de La Ciudad Azul

Fuller estaba en medio de la calzada y las luces lo habrían cegado en la noche, pero llevaba gafas de sol. Un Lincoln Continental del '48 frenó en seco y el conductor, un caballero de traje y sombrero, lo miró sorprendido. Nuestro hombre se apartó, regado por la lluvia constante que empapaba su gabardina negra y su sombrero fedora. A través de la ventanilla, el conductor lo miró sorprendido, saludándolo; Fuller se sorprendió todavía más al no recibir ni insultos ni gestos obscenos.

El cruce de carreteras en el que se hallaba era Diamond Square, una enorme plaza en cuyo medio había un parque de árboles de copa redonda en forma de diamante de 5 lados. A su alrededor el tráfico era escalonado, y los negocios bullían por las aceras. Fuller se fijó en dos tipos que se acercaban al club llamado LeClub: ¡gabardinas negras y sombreros! Seguro que eran como él, agentes.

Pero Fuller desconocía qué hacía en esa ciudad nocturna, en esa calle bajo la lluvia, y la relación con esos dos hombres. De todas maneras se acercó.
Los otros dos, Redman y Tanner, reconocieron a Fuller. Era algo así como su agente al mando. Casi respiraron esperando órdenes, ya que de Control sólo habían obtenido incoherencias sobre errores en lo que llamaban la "inserción", algo de localizar a una PH y de ir a Diamond Square.

Después de un breve intercambio de informaciones, entraron en LeClub. Un simple y cortés saludo con la punta del sombrero hizo que el gorila de la puerta les cediera el paso. La humedad se acumuló en sus gafas de sol mientras la música impactaba contra sus pechos. La sensual voz de una despampanante mujer rubia platino de larguísima melena ondulada, piel nívea y labios carmesí mantenía en vilo al público en sus mesas. 


Un escenario con una orquesta y una cantante, mesas redondas por toda la platea y el palco superior circular, gente cenando, parejas extramatrimoniales, camareros de impoluto blanco: aquéllo era extrañamente ajeno al tiempo que indudablemente familiar. O viceversa.


Dejaron sus abrigos en el ropero y pidieron un bourbon para calmar sus corazones. En el caso de Tanner estaba aceleradísimo, a pesar de que desde el automat restaurant había sido un paseo tranquilo; pero se sentía ansioso y acelerado, como si su corazón no reaccionara bien.
Consiguieron calmarse un poco tomando la bebida y una ración de patatas a la mantequilla con salsa de la casa. El sabor. El sabor era distinto. Raro. No era natural. O quizá lo era demasiado y ya no recordaban aquel sabor genuino.

Redman se fijaba mucho en la cantante. Le pasó una propina a un camarero: quería hablar con ella en el camerino. Fuller le dijo que era una estupidez, que aquello no tenía sentido; pero fue incapaz de explicar el motivo de ese razonamiento... ¿por qué era tan inútil? Esa mujer... ¿qué pasaba con ella?

Tanner se levantó con la escusa de ir al retrete y paseó entre las mesas dejándose llevar por su intuición: quizá viera algo, ese detalle mínimo que lleva a darte cuenta de que estás ante una pista. La PH, fuera lo que fuera, estaba allí. Y algo vio. Fue casi por el rabillo del ojo pero, al pasar entre las mesas, una le llamó la atención. Pero no fue en el momento, fue a posteriori cuando se percató de que un único cliente en una mesa... sin cena, ni bebida... Cuando giró la cabeza ya no estaba. No estaba aquel tipo de la nariz ganchuda y el traje barato, y volvió  revisando con la vista todo en espacio hacia la mesa de su grupo: Redman no estaba, la música había parado e iba a visitar a la cantante al camerino. Fuller pensaba en su silla ante el bourbon y buscaba qué hacer, qué paso era el siguiente. Tanner lo dijo muy serio: "Redman está en peligro. Lo sé. No sé cómo, pero lo sé". Fueron hacia los camerinos y allí estaba: Redman analizaba el lugar, acuclillado sobre el cadáver de la cantante rubia. Lo menos 20 cuchilladas repartidas por el cuello y la espalda dejaban claro que el asesino era especial. Había huido por la salida de incendios.

Redman se entristeció. Aquella mujer era alguien. Le recordaba a alguien. Era alguien con personalidad, y no hostil precisamente. Y entonces Tanner lo vio: "¡Joder! PH: Personalidad Hostil. Es eso: tenemos que eliminar a ese cabrón, por eso estamos  aquí. Todos estos de ahí fuera son personalidades, pero es a la hostil a la que debemos matar.". Los otros dos asintieron. La memoria empezaba a reajustarse.
Se escabulleron del LeClub y buscaron la manera de buscar al tío de la nariz ganchuda en aquella ciudad oscura bajo la lluvia intensa.

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