sábado, 9 de agosto de 2014

Sentinel: Heirloom

El Centinela de esta
colección tiene ojos
en el casco que brillan.
Mola.
De entre las varias colecciones del Centinela que podría haber encontrado, el otro día pude conseguir en una tienda de segunda mano un tomo recopilatorio de una colección que salió hará unos 20 años con escaso éxito: era Sentinel: Heirloom, de la editorial franquiciada Vision, que en los noventa se dedicó a sacar colecciones limitadas de "what if" para varios personajes de NSR. Yo tenía uno en el que aparece a principio de los años '60 un superhéroe real en la Alemania del este llamado Doctor Uranverein que es casi todopoderoso, y que mantiene un equilibrio de poder entre los bloques capitalista y comunista, y enlaza finalmente con un crepúsculo acelerado de la Era de los Vigilantes cuando Horus traza un plan para provocar un terrible desastre natural que, en teoría, despertaría la conciencia de todos los mandatarios del planeta y nos llevaría a la paz mundial. El Centinela y Sentencia intentan pararlo porque el plan implica arrasar Betlam y, bueno... hay que leerlo. Es un tomo genial. 
Luego había otros un poco sin sentido, como el Night Brothers en el que el Centinela se unía a Uberman (Karl Kahler) para luchar contra una raza de vampiros que quieren conquistar Macrópolis.

El que me encontré como os decía era el Sentinel: Heirloom (guión de Paul St. James y dibujo de Neal Mazzucchelli); la trama principal cambia el hecho de que Goldfield desaparece en el 1989 al dejar el equipo y ya no vuelve al mismo (en teoría se va con Felina a Italia). El proyecto Centinela desaparece, por lo tanto, a principio de los noventa, quedando Betlam a merced del crimen.

Por otro lado se ve que Brian Wayland tuvo una relación más estrecha de lo contado con Longwang el Rey Dragón cuando estuvo en China, ya que en algún momento antes de 1965 Wayland y la hija de éste, Gongzhu Long, tuvieron descendencia: un hijo llamado Daniel. 


Cuando pocos años después Wayland lo descubre se lo lleva a Betlam y lo cría junto a su hijo adoptivo Steve, como si Daniel hubiera sido adoptado también. Ambos hermanos se adoran y pasan mucho tiempo juntos, forjando una gran amistad. Daniel se casará  en los ochenta y tendrá un hijo llamado Anthony, algo menor que su prima Brooke.
La tragedia sucede poco después del fatídico accidente de avión de Boston: tanto Daniel como su esposa mueren en un extraño incendio en una de las casas de la familia Wayland en South Beach. Anthony Wayland se salva por poco. 
El propio Brian Wayland cree que no puede ser coincidencia y pedirá a Jonathan Spencer que se lleve al muchacho, de 8 años, a Europa y lo proteja y tutele. Spencer hace lo que puede, pero Tony Wayland tiene pronto ideas propias: estudia en Oxford hasta la mayoría de edad, donde saca un título y un máster en computación en sólo dos años y medio. Entrena artes marciales como si le fuera la vida en ello. Aburrido de unos estudios que le aportan poco, acaba entrando en peleas ilegales en Londres. Cuando Spencer se entera no le regaña, pero le dice que no esperaba menos.Un indignado Tony Wayland huye y no para hasta verse en la URSS, en una red de combates ilegales de MMA. 

Todo cambiará cuando descubre que los mismos que manejan las apuestas secuestran chavales de las calles para hacer de sparring, y a chicas para prostituírlas. Algo hace clic en su cabeza, pero no sabe qué es. Descarga su odio sobre un avtorityet y varios boyeviks de la mafiya. Esto atrae la atención de la Liga del Dragón, que lo acaba reclutando y mandando a un campo de entrenamiento en Siberia.

        El Rey Dragón
No será hasta un tiempo después que Longwang descubra que el veinteañero es su bisnieto. Ayuda en su instrucción pero le acaba dando un consejo "Seremos enemigos, como tu abuelo Brian y yo; pero también habrá respeto, como entre tu abuelo Brian y yo... Vuelve ahora con él. Tal vez te necesite". No le revela nada del Centinela, esperando que lo descubra por sí mismo.

Tony Wayland consigue contactar con John Spencer, que lo recoge en un aeródromo de Arkhángelsk. Hay poca conversación, aunque el muchacho muestra mucho respeto por su tutor. Cruzan Europa y, una vez en Londres, reciben la noticia de que Brian Wayland ha tenido una fuerte recaída. El pobre Anthony llega a la mansión Wayland justo para el velatorio de su abuelo. 

Al final del tomo cuentan cómo Tony se intenta involucrar con Industrias Wayland, tocada tras años de fracasos económicos. Brooke lleva tiempo intentando hacerse con el timón de la compañía para enderezarla y no se fía de él, ya que hace casi veinte años que no se ven, y no sabe si el otro heredero de la fortuna Wayland viene a malgastar su parte o realmente a ayudar. Jonathan Spencer (ahora encargado, por deseo testamentario, de la gestión  e intendencia de la mansión Wayland) tendrá que actuar como mediador en varias ocasiones.

Las páginas finales son para un Tony Wayland taciturno caminando bajo la lluvia de Betlam y metiéndose en el callejón equivocado. Un tipo con una navaja intenta asaltarlo para robarle la cartera, y Tony recibe una herida en el costado. Su cara se llena de ira y ataca con furia al ladrón, pero se contiene al dejarlo inconsciente y seguro que con varios huesos rotos de la cara. La última viñeta es para el joven sujetando al ladrón por las solapas y pasando la vista de una víctima (el atracador) a la propia culpable (la infame Betlam). De nuevo, algo hace clic en su cabeza, y empieza a entender el qué.

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