Registraron la zona y encontraron diversas huellas: decidieron seguir unas que llevaban al norte, Mitheithel arriba. Hacia allí se les hizo de noche, pero las altas dotes de explorador de Díndae encontraron una cueva que los puso a cubierto de la molesta lluvia que empezaba a caer.
Fue en la guardia de Kargor cuando un hombre apareció enloquecido corriendo hacia la cueva. Kargor levantó su arco, pero dudó: el hombre se avalanzó sobre él, cayó en sus brazos y susurró "eran como mil serpientes..!". Luego se convulsionó y murió, dejando al guerrero estupefacto. Los otros se despertaron y quedaron asombrados por el relato; Díndae decidió enterrar al hombre (que por su aspecto parecía ser uno de los saqueadores) fuera de la cueva.
A la mañana siguiente continuaron con el registro del lugar, y acabaron siguiendo un rastro que se metía en los tembladerales de Nin-in-Eilph, cerca del río. Allí fueron emboscados por arqueros en la ribera oeste. La escaramuza fue corta ya que, a pesar de la oscuridad extraña y de la estrategia de Díndae de meterse en el río para no ser visto, algo surgió de las aguas cuando Thorongil y Kargor decidieron huir y los atacantes se metieron en el río para cruzarlo. Lo habían percibido en Tharbad, pero ahora lo veían: una criatura sobre la cual lo que parecían varias serpientes que agarraban a los dunlendinos y los destrozaban, o los ahogaban mientras pataleaban bajo el agua. Díndae se quedó quieto como si fuera un tronco, y se dejó llevar por la corriente hasta la orilla este, de vuelta a sus amigos. Con el rostro desencajado explicó a sus compañeros lo visto. Aquella era una criatura de la Sombra, reflexionó Thorongil: seguramente había sido puesta allí para impedir cruzar el río (aunque fuera por el vado formado por las ruinas del gran puente) y cortar toda comunicación con Rohan y el Sur.
Era una amenaza que había que eliminar.
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