La hacker se hacía llamar Fedora, y nada pudo obtener Cable de ella.
Goldfield la interrogó, pero al final tuvo que usar un suero experimental de Slizard para obtener, de nuevo, nada. La muchacha parecía entrenada en espionaje o algo así... o simplemente decía la verdad: todo había sido un error. En su búsqueda de sacar trapos sucios de Industrias Wayland se había encontrado con todo el marrón del Centinela.
Bates y Mann intentaron encontrar información sobre el Coronel, pero todo llevaba a callejones sin salida. Sabían que uno de los traficantes de armas sería trasladado a Lighthouse Rock en un par de días. Concertaron una cita con Rodwell, el poli al que habían ayudado en la detención de los dos alemanes. Rodwell sólo les pudo dar datos sobre el trayecto y la hora de traslado, además de que el juez les había impuesto una fianza a los dos tipos... no muy alta para esos niveles, pero nadie la había pagado. No se había presentado ni un abogado.
Decidieron secuestrar al alemán que había de ser trasladado a la penitenciaría. Un plan que Wayland y Slizard recibieron levantando sonoramente una ceja. El plan sería bloquear el tráfico en el puente de Moench St. y, sin el traje de centinela pero con un disfraz, extraer al prisionero del furgón blindado de la policía usando gel explosivo, gas somnífero y una lancha potente. Mann se ocultaría en una de las columnas del puente y Bates llegaría con un vehículo camuflado.
El plan hubiera ido bien, si no fuera porque un grupo de paramilitares decidió activarse en ese momento y atacar el furgón con RPGs. Consiguieron eliminar a los mercenarios, pero el furgón recibió un impacto de misil, matando a los que iban en la parte de atrás.
El equipo salió por patas del puente, con el orgullo bajo mínimos.
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