miércoles, 28 de septiembre de 2011

Montaraces del Norte II

La decisión estaba tomada, pero supondría un rodeo mayor del que pensaban.

Optaron por no partir directamente desde el norte de Scary, donde se hallaban, sino dar un pequeño rodeo hasta el Puente del Brandivino, llegar a Bree para, de alguna forma, cumplir los deseos de Arador y luego seguir el Camino Verde hasta Fornost Erain, explorando la zona y recavando toda la información posible.
Cruzar el Brandivino fue más complicado de lo que pensaban: dos hobbits custodiaban el Puente, y los tuvieron bastante liados entre sospechas y peticiones de noticias del exterior. Dos Tuk, o Brandigamo, sin duda. Después de debatir un rato y de contarles algo de lo visto en el Norte con respecto a la pronta llegada del invierno, los Montaraces pudieron seguir su camino hacia Bree. Se cruzaron con poca gente, destacando un par de hobbits (¡parece que siempre van en parejas!) cargados con un par de sacos de setas.
Con buena marcha llegaron al atardecer al norte del Borque Viejo y de las Quebradas del Sur, acampando al norte del Camino del Este, en un pequeño y recogido núcleo de roca viva, a cubierto de miradas indeseables. Allí Kargor experimentó con sus habilidades de forrajeo, encontrando setas que adivinaron comestibles y de las cuales dieron buena cuenta a la cena. 
Fue en el segundo turno de guardia noctuna, adjudicada a Díndae, cuando éste sintió (o presintió) pisadas de numerosos lobos llegando desde el Norte... sonaba como un enorme ejército. Intranquilo, avisó a sus compañeros y debatieron sobre qué hacer.
-Deberíamos dar la vuelta -dijo Díndae-. Podrían ir en dirección a la Comarca y atacar a esos desdichados Medianos.
-¿En base a una impresión? ¿A un sueño? Yo digo "no" -dijo Kargor-. Deberíamos cumplir las órdenes e ir a Bree... allí es adonde nuestro señor Arador nos ha enviado, y es adonde deberíamos ir sin demorarnos más... ¡Sueños!
Thorongil dudaba... los sueños pueden traer noticias del futuro, y no deben ser despreciados.
-Yo me quedo -dijo-. Creo que deberíamos rastrear esta zona, aunque sea sólo para descartar lo que dice Díndae. No querría equivocarme en esto y acabar con el enemigo a mis espaldas, y en un lugar que hemos jurado defender y que nos ha servido de refugio.
-Está bien -cedió Kargor-, yo seguiré hacia Bree. Cuando lleguéis preguntad por la posada del pueblo. El Póney Pisador, creo que la llaman. 
Así se despidieron, y cada cual se puso a lo suyo: Kargor marchó hacia Bree y Thorongil y Díndae trazaron  una zona amplia de rastreo. De este modo acabaron encontrando el rastro de un lobo de tamaño normal, pero de alguna forma más pesado de lo que debería. ¿Un  acertijo? Rápidamente dedujeron que se trataba de un lobo trasnportando sin duda a un orco. Se acercaba al Camino del Este, y luego volvía al Norte, rumbo seguramente al Monte Gram... o a Fornost. Cuando perdieron las huellas ése era su rumbo. Los dos Montaraces decidieron entonces poner rumbo a Bree para informar.

Más o menos en ese momento, Kargor atravesaba la puerta oeste de ese pueblo. Después de comentar las últimas novedades con el viejo que vigilaba la puerta, se encaminó al Poney Pisador, admirando las construcciones de Bree, donde nunca había estado. 
Una vez en la posada alquiló una habitación y trató de conversar con el propietario, un tal Centenillo Mantecona. Tanto el posadero como los tres lugareños que había en la sala principal se mostraron algo huraños con el Montaraz, pero éste consiguió, a lo largo de toda esa tarde, sacar cierta información, como que cierto hobbit de apellido Manzano había matado al lobo más grande que se había visto nunca por la zona de un flechazo en el Bosque de Chet.

Al atardecer, fatigados por la dura marcha, llegaron Thorongil y Díndae. Después de una cena sencilla en la sala privada para invitados, decidieron compartir unas pintas con los pueblerinos, y descubrir más del tal Manzano y de su proverbial puntería. Allí, y para amenizar, Kargor cantó una canción de tiempos antiguos, en la que se narraba la historia de la Caída de Arthedain y de la victoria de Angmar, y de la posterior ayuda de Gondor y de los Elfos y de la expulsión del Rey Brujo. Acompañaba con su flauta Díndae, mientras que Thorongil no perdía de vista a dos que no tenían pinta de lugareños. Eran de piel morena, ojos rasgados y nariz chata. El señor Mantecona le dijo que eran unos mercaderes de baratijas que, al parecer, venían de Tharbad. Pero ni a Thorongil, ni al resto al acabar la canción, les convenció la explicación...


domingo, 18 de septiembre de 2011

El Señor de los Anillos

Empiezo con Montaraces del Norte I el relato de nuestra nueva campaña.

Seremos 3 jugadores y yo de máster, los mismos que llevamos jugando ininterrumpidamente desde principios del 2007. 

El entorno de campaña es Tierra Media, en septiembre del 2911 de la Tercera Edad y los jugadores han elegido ser todos Montaraces Dúnedain del Norte.
En esta época era señor el Capitán Argonui, ya veterano en estas lides. Su hijo, Arador, se ocupa del trabajo de campo, adiestrando a los jóvenes montaraces y estando presente allí donde hace falta para defender sus derechos sobre el perdido Reino de Arnor.

Es una época sobre la que no hay demasiado escrito, así que voy a tener cierta libertad para plantear situaciones, crear lugares y presentar personajes tanto dentro del canon Legendarium como de mi propia cosecha, así que perfecto.
La pretensión es llevar a los personajes jugadores a través de todo el siglo que va desde el 2911 hasta la Guerra del Anillo, ya que considero que es una etapa muy interesante donde los Montaraces del Norte tuvieron mucha acción, pero casi enteramente desconocida para el gran público, salvo por la aparición de la Compañía Gris.

En cuanto al sistema de juego, en principio consideramos hacerla MERP, ya que tengo suplementos milenarios en mi estantería y soltura de sobra con un sistema que tengo muy, muy masticado.
Pero hace como tres años les puse encima de la mesa un sistema nuevo, un libro que me había pillado en ese antro de vicio y perversión que es el Orcs Nest de Londres: The Riddle of Steel. Son pocos los que lo conocen y menos los que han jugado a este estupendo sistema.
El juego se centra mucho en el combate, pero desde un enfoque narrativo. Prometo una entrada de Teoría del Rol.

Pues bien, después de quedar un día para hacer los personajes, el pasado jueves (nuestro día de juego) comenzamos la campaña. Habrá que esperar a ver adónde nos lleva.

Saludos desde el Aula Magna!

Montaraces del Norte I

El disparo fue perfecto: el corzo, un macho con sus buenos 30 kilos, cayó fulminado al recibir la flecha en pleno corazón.
- No está mal... pero yo hubiera disparado antes -dijo Kargor. Thorongil lo dudó seriamente mientras veía cómo el arquero, Díndae, se acercaba.

Habían cercado al corzo durante unos 20 minutos y, tras guiarlo hacia Díndae, se había transformado en provisiones para el campamento. La orden de Arador, hijo de Argonui, Capitán de los Montaraces, era clara: conseguir provisiones. En pleno septiembre y tan cerca del linde norte de la Comarca, la cosa no era difícil.
A pesar de ser montaraces bisoños seguían siendo Dúnedain, y podían remontar su linaje a Númenor. Eran Altos Hombres, y éso siempre es un factor determinante. 
- Ésto es raro -dijo Díndae al acercarse al cadáver del corzo -Tiene marcas de mordiscos en las patas... y marcas de zarpas por la panza. A este corzo lo han acechado los lobos. 
- ¿Lobos? -dijeron los otros- ¿Tan al sur?
- Sí: lobos. Deberíamos investigar -respondió el arquero.
- ¿Para qué? -se quejó Kargor- Nuestra misión es conseguir provisiones. ¿Para qué? Ni yo lo entiendo... nuestro señor Arador nos pide buscar provisiones dos meses antes de que llegue el invierno.
- Deberíamos investigar porque los lobos son nuestros enemigos, tanto como los orcos, ya que ambos son aliados.

Refunfuñando, Kargor preparó al corzo para transportarlo mientras Thorongil y Díndae buscaban un rastro que no tardaron en encontrar. Guiaba al norte.
Lo siguieron durante casi dos horas, el enorme Kargor cargando con la presa mientras los dos rastreadores corrían delante. Las lomas se sucedían, hasta que frenaron en seco bajo las ruinas de una torre de vigilancia de tiempos más felices donde los Reyes de Arnor custodiaban todas aquellas tierras. Frenaron porque a unos pocos cientos de metros, sobre otra loma, había unos doce lobos grises plateados devorando lo que tal vez eran los restos de un ciervo, tal vez otro corzo. En el medio, de color gris macilento, distinguieron el pelaje de un huargo hembra. El viento venía del norte, ocultando el olor de los tres montaraces, pero la situación era muy peligrosa. Anochecía, y decidieron regresar al campamento, rumbo sur. Al regresar se sorprendieron del frío que hacía, y de las extrañas nubes que llegaban del norte. No tardó demasiado en ponerse a nevar... algo inaudito en ese mes y en esas tierras.
Tras una larga marcha forzada consiguieron llegar al lugar de acampada de Arador y sus hombres, donde explicaron lo que habían visto.

Arador formó a sus hombres, mandó algunos al norte y cogió a 4 de ellos (entre ellos a nuestros montaraces) y se fue al sur, a la Comarca. 

Allí llevaban las provisones, y el origen de esa idea no era de otro que del mago Gandalf, al que se encontraron oculto cerca de la frontera junto con otros montaraces. Gandalf habló con ellos con familiaridad, e incluso pareció reconocerlos, aunque ellos no podían decir lo mismo. Arador habló con el mago en privado, tal vez de los sucesos del norte... Lobos y nieve tan al sur... Era algo digno de ser investigado.
Arador pidió a los jóvenes montaraces que fueran a Bree, a ver si podían averiguar algo, pero éstos rogaron  a su señor ir de nuevo al norte, donde se consideraban más útiles que entre los hombres de Bree.

Así, aquel día de finales de septiembre del 2911 de la Tercera Edad, Kargor, Thorongil y Díndae se pertrecharon y tras un breve respiro y descanso, partieron al norte.