La intemperie en las Llanuras del Dolor no son para cualquiera.
En la travesía encontrarían restos del viejo Camino del Patíbulo, que cortaba Llanuras del Dolor de sur a norte; de piedras que encajaban a la perfección gracias a las artes de ingeniería de civilizaciones antiguas. El borde del Camino marcaba cada tanto con piedras la ruta: la misma piedra tenía en relieve una ciudadela si caminabas al norte y un barco entre olas si lo hacías al sur. Entendieron que la ciudadela era esa fortaleza de la que les hablaron en varios lugares ("La Ciudadela") en la cual guardias elfos con armaduras como la que ahora llevaba Tháendan custodiaban un Mal que no debía ser liberado de esos muros. De la ruta al sur, con ese barco, no tenían ni idea.
Pasaron un buen rato buscando dónde refugiarse y forrajeando, pero hacía un par de horas que habían entrado en Colinas Rojas, un lugar supuestamente maldito y extremadamente peligroso. Nada crecía, salvo unas plantas espinosas. El agua, rojiza, parecía venenosa y olía muy fuerte. La tierra era, efectivamente, roja, y los pequeños riachuelos, que parecían imitar hemorragias, plagaban el lugar hasta donde llegaba la vista.
En su vagar se encontraron con una pequeña banda de orcos y goblins. Iban armados y preparados para las caminatas. Midiéndose entre ellos, y con un "buenas tardes, amigos" (lo de 'amigos' se convirtió en un fin de frase común para los dos grupos) hablaron durante un buen rato. Eran de los Huesos Huecos, un clan que aglutinaba varias tribus. Al parecer tenían un líder tribal y varios grupos patrullaban las Llanuras del Dolor matando amenazas y cobrando tributos. Cuando sacaron el tema de las aldeas humanas dijeron que Harick mentía, que era un asesino de goblins y que cometía atrocidades. La tensión subió hasta que lograron calmar los ánimos y cada grupo, con palabras amables, continuó su camino.
Colinas Rojas |
No hay comentarios:
Publicar un comentario