martes, 22 de enero de 2013

Disney and Dragons?

A ver... soy yo ¿o este arte conceptual para la 5ª de D&D es un poco... Disney? ¿Es que, aparte de Star Wars, también se ha pillado Forgotten Realms?







Ojo que no critico la calidad (me parecen muy buenos dibujos), si no el estilo.

Vosotros diréis...
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lunes, 21 de enero de 2013

Montaraces del Norte 2x05

La rutina se puso en funcionamiento, y fueron muchas las patrullas que salieron en todas direcciones. Arathorn actuaba como un justo relevo de su padre. Los Montaraces se sabían en buenas manos. Pronto se limpió de trasgos un área bastante amplia, e incluso se hicieron varias incursiones en el Bosque de los Trolls, lugar maldito que nuestro amigos Díndae, Kargor y Thorongil habían atravesado en diversas ocasiones con más o menos fortuna. 

Un día la rutina cambió. Un grupo de mujeres y unos pocos hombres que no eran de armas llegaron desde el oeste. Forendil los guiaba.

El revuelo fue inmenso. Al parecer Gilraen había unido a varios descontentos que se habían quedado en Daembar por obligación, y había partido rumbo al este sin dar más explicaciones. Forendil se los encontró de casualidad al norte de las Colinas del Tiempo, y se vio obligado a continuar viaje rumbo a Nothva Rhaglaw... Hubiera sido peor dar vuelta, o poner rumbo sur hacia Bree, ya que Fornost ya no era seguro.

Thorongil entró en cólera, ya que Ellenhen venía con ellos. Las miradas que cruzó con su esposa, vestida ésta como un montaraz, no fueron de cariño. Y las palabras con Forendil tampoco.

De todas maneras había que completar las patrullas, y el grupo debía hacer una incursión en el Bosque de los Trolls. Allí encontraron un claro (el mismo donde habían "sentido" el poder de los árboles años atrás... ucornos los había llamado Kargor) con huellas de orcos. Siguieron el rastro y llegaron a tiempo para escuchar una conversación. Había varios trasgos y grandes orcos, y decidieron no atacar. Hablaban de planes y de un Montaraz Negro del que parecía se fiaban... ¿Belegost?

Decidieron seguirlos, y vieron que acampaban en Herubar Gular, las ruinas malditas del Bosque. Tal vez no había nada allí, todo era un engaño con sonajeros y flautas, como en Fornost. Pero no. Allí habitaba el Mal.

Encontraron cadáveres... montaraces. A todos les faltaban dedos de las manos. La rabia los invadió, y atacaron las ruinas justo cuando los orcos salían al exterior muertos de miedo. El choque fue brutal, y Díndae estuvo a punto de recibir un impacto directo de espada, pero Kargor lo salvó por los pelos...

La oscuridad, la niebla maligna y los orcos los rodeaban.

Montaraces del Norte 2x04

A ritmo lento se encaminaron a Nothva Rhaglaw, el "Refugio del Regente", lugar que Arador quería como punta de lanza contra los trolls de Etten o cualquier trasgo que llegara de Gram o Gundabad. 

Feagorn parecía, en efecto, envenenado por el ataque del orco. Sus armas solían estarlo. Y no tenían mucho para ayudar al pobre muchacho. Con una leve fiebre y una constante sonrisa, Feagorn continuaba sin reservar fuerzas y, si se quejaba, no era ante ninguno de sus amigos.

Encontraron una cueva donde cobijarse, pero fue peor el remedio que la enfermedad, ya que, de nuevo, los orcos la poblaban. Un grupo numeroso de ellos rindiendo culto a un orco con una capucha de cuero negro con un ojo rojo pintado en ella. Fueron descubiertos espiando, y perseguidos. 
La suerte estaba echada, y decidieron aguantar en la entrada... morir con honor ya que se sabían superados en al menos 5 a 1. 
Un jinete llegó cargando desde el este, con un caballo blanco cuyo trote hacía sonar decenas de cascabeles...
"Noro lim, Asfaloth!", gritaba. Y al escuchar ese sonido los corazones de los cuatro amigos se llenaron de esperanza, ya que era un señor elfo de dorados cabellos el que pronunciaba aquellas palabras. Las caras de los orcos tornaron de sonrisa sádica a pánico absoluto, y se refugiaron en la cueva. El elfo, que no era otro que Glorfindel, entró arrasando en la cueva y mató a muchos orcos esa noche. 

Luego habló con los dúnedain, y ayudó en la curación de Feagorn. Thorongil, Kargor y Díndae lo conocían de haberlo visto en Rivendel tiempo atrás. El elfo continuó su camino, despidiéndose con palabras amables y buenos consejos sobre el viaje.

A la mañana siguiente retomaron camino a Rhaglaw, llegando a medio día y encontrándolo solitario y ruinoso. Había sido un pueblo importante en su momento, una villa fronteriza entre Arthedain y Rhudaur, parada indispensable en la ruta directa entre Fornost y Cameth Brin. Ahora el silencio lo poblaba.
Registraron el lugar, aguardando la llegada de su señor Arathorn. Feagorn se lo tomaba con calma, todavía débil a pesar de los cuidados de Glorfindel.
Allí tuvieron un encuentro de lo más extraño: un hobbit. Había un hobbit "saqueando" el lugar. Se trataba de Holfut Tuk, un individuo de lo más simpático (a la par de sospechoso), que se decía entendido en hierbas y leyendas. Hicieron buenas migas con él, aunque lo reprendieron por robar en el pueblo. Como montaraces debían defender la propiedad de sus antepasados, por mucho tiempo que pasaran éstos sin reclamarla.

Aún así vieron que Holfut sólo estaba interesado en un libro de notas sobre hierba para pipa que, al parecer, contenía muchos datos sobre tipos, cultivo, secado y consumo. Holfut decía que se haría rico y que su nombre sería conocido desde la Frontera del Oeste hasta Bree. ¡Qué gente tan curiosa, los hobbits!

Pasaron la noche con él, y Kargor entabló cierta amistad hablando de hierbas y pipas.
A la mañana siguiente se fue, mientras los cuatro muchachos se quedaron preparando el lugar. A mediodía llegarían los montaraces de Arathorn con muchos conocidos y amigos que ayudaron en la puesta a punto del lugar.

Montaraces del Norte 2x03

Los cuatro iban rumbo a Nothva Rhaglaw, al noroeste del Bosque de los Trolls. 

Detectaron un rastro de orcos, y resolvieron cazarlos.
No tardaron en llegar a cierta torre en ruinas, lugar en donde decidieron acampar. El grupo de orcos había tenido la misma idea, y el encuentro y enfrentamiento fue inevitable. Los orcos, sitiados en las ruinas, llegaron a ofrecer tesoro por sus vidas, pero los montaraces fueron implacables. 
Pero algún orco logró escapar. Corrieron a través del yermo durante horas rumbo norte para darle caza... El orco iba hacia un bosquecillo donde, supusieron, se creería a salvo.

Los confiados montaraces no pensaban que el orco tenía una cita con sus superiores, orcos altos y robustos del Monte Gundabad, o quizá del Sur. 
Los dúnedain atacaron con fiereza, emboscando a los orcos, matando a cuantos pudieron, pero Feagorn (el novato), fue herido. Pronto descubrieron que la herida estaba emponzoñada... y que estaban en una zona donde las hierbas no abundaban.

domingo, 6 de enero de 2013

Esferas (LMdC)

En el caos tanto Goldfield como Bates pudieron huir: uno por una de las puertas mal vigiladas y otro se coló por una trampilla de ventilación antes de que los terroristas pudieran tener a esos cientos de personas bajo control. Las luces se habían apagado y el estadio estaba a oscuras, salvo la sala de convenciones.

Nº10 salió de la furgoneta para intentar infiltrarse en el estadio, pero su armadura fallaba constantemente. Slizard, solo en la sala de operaciones, decidió seguir el consejo de Goldfield y liberar a la muchacha. Fedora subió y se sentó ante el panel de control con la mirada de alguien que lucha interiormente ante dos opciones.
En pocos minutos la armadura comenzó a funcionar sin problemas, y la pantalla del casco al menos estaba encendida. Fedora había elegido.

Bates no llevaba el traje, pero distaba mucho de estar indefenso. Su ruta de escape lo llevó al párking del estadio, y allí hubo de reducir a dos terroristas armados para salvar al chófer de una limusina que se había quedado dentro de la misma. El Nº9 se quitó el smoking y se puso el mono negro paramilitar de los mercenarios, y tomó una de las radios. Contactó con Goldfield, que estaba de camino a los pisos superiores, donde se hallaban las oficinas. 
El Centinela rodeaba el estadio de cornisa en cornisa, buscando un punto de entrada. Los tres contactaron y se reunieron en una de las oficinas para trazar un plan. 
Mientras hablaban vieron desde su altura cómo se encendían las luces del campo de fútbol americano, y cuatro hombres cargaban con una esfera... la misma que Nº9 había visto en la granja de las afueras. En una de las salas privadas de tribuna, a pocos metros más abajo, vieron al Coronel con la mujer el gobernador Woods, Virginia. La agarraba del pelo y la sentaba a la fuerza en una de las butacas, y le susurraba al oído a saber qué cosas horribles. Le colocó un móvil en la oreja. Fedora, demostrando una habilidad inusitada, pinchó la llamada: el Coronel ponía en contacto a Virginia Woods con sus hijos para que se despidieran... a no ser que el gobierno le entregara los códigos de las ojivas nucleares de la costa oeste.

Goldfield ordenó al Centinela y a Bates que bajaran y que, usando el artefacto en forma de tablet que Mann había cogido de la granja, desarmaran la bomba después de haber reducido a los terroristas. Goldfield se dirigía la grupo electrógeno de emergencia que ahora mantenía encendidas las luces del campo. Su cojera lo retrasó, pero con un esfuerzo monumental logró llegar, despistar al guardia que custodiaba la sala y reducir al que lo vigilaba desde el interior. A su orden las luces se apagaron, dejando a los cuatro terroristas que custodiaban la esfera atómica sin visión. Desde dos esquinas del campo llegaron Bates y el Centinela, dejando a los terroristas inconscientes.

Ayudados por Fedora, instalaron el "mando a distancia" de Mann y la bomba quedó inutilizada. Pero los problemas no habían acabado: los hombres del Coronel disparaban desde la tribuna. Bates tomó un fusil e hizo lo propio para dar cobertura a Nº10 que, con su gancho, ascendió hasta allí y encadenó una serie de golpes contra los terroristas. Bates corría a toda velocidad a través de las gradas, y Goldfield intentaba llegar usando los ascensores. 
Mann logró separar a la señora Woods del fregado, pero la mala suerte le hizo tropezar y quedar a merced de la .50 del Coronel. Sólo la rápida actuación de Bates empujando a los terroristas contra el Coronel propició que el Centinela se levantara y golpeara al psicópata hasta dejarlo sin sentido.

Bates y Goldfield se fundieron con las sombras, y Nº10 alargó la mano para ayudar a la mujer del gobernador a levantarse. "Espero" le dijo "que esto cambie la percepción que tiene de mí, señora Woods; y que su marido no me considere, como lo hace, una amenaza". La puso a salvo y Goldfield comunicó a los otros terroristas que su jefe había caído... estos se rindieron al momento. Todo quedó para que los SWAT de Bedlam lo limpiaran.

Una vez en la base, Wayland los felicitó a todos (Fedora incluída), y pidió explicaciones de lo que había ocurrido. La repuesta era fácil: Cable había desertado. Por algún motivo había activado un protocolo por el cual se quedaba con bastante dinero de la Wayland Ind. y otro que actuaba como un virus contra los sistemas de la armadura y de la propia base de operaciones. 
 
Mann y Bates se miraron y vieron que pensaban lo mismo: había que partirle las piernas a ese cabrón.