viernes, 26 de julio de 2019

Nostalgia: El Juego de Rol

Compartí recientemente en twitter mis impresiones sobre el paso del tiempo. 

Soy del 1977, por lo que los años '80 me dieron de lleno en la niñez. La adolescencia y la etapa de "joven adulto" la pasé en los '90. 

Cada década tiene algo, al igual que cada etapa en la vida. Decía en el tuit que siempre nos arrepentimos de algo del pasado, sobre todo ya tan remoto. En mi paso de '80 a '90 hubo muchas tardes de juego con mis amigos de entonces. Entre ellas, muchas horas metidos en bares de esos amigos, en la típica mesa del fondo para no molestar, jugando a juegos de mesa y de rol en las eternas tardes de lluvia de Compostela.
Solíamos jugar 3 amigos y yo; de vez en cuando se nos unían otro colega y hasta 3 amigas más. La locura máxima fueron 9 jugadores en una partida de MERP.
Eran partidas geniales, llenas de inocencia, voluntad, ganas... ansia viva. En educación hay un enfoque llamado "educar para el asombro", que viene siendo participar de manera activa en el descubrimiento y la adquisición de conocimientos de forma autónoma por parte del alumnado. Que cuando expliques algo sean partícipes de ello, y puedan asombrarse con el conocimiento.

Aquéllo que jugábamos a finales de los '80 era, por acuñar un término relacionado, "jugar para el asombro". Algo como lo que llaman ahora en PbtA "jugar para descubrir qué pasa". Jugar para descubrir el mundo, qué hacen "los malos", dónde está el tesoro, dónde están las partes restantes del mítico objeto que necesitamos para destruir el Mal, conocer a nuestros Pjs y ver qué los mueve, indigna, alegra, anima... Sesiones enteras explorando mundos ideados que surgían de nuestra mente. Nunca he vuelto a ver unos ojos tan abiertos, unas bocas con un "oooooooh!" siempre asomando de manera tan general como entonces.


Una cosa que sí pesa en mi corazón de rolero es no haber jugado una campaña cuando era niño. Juego desde los 10-11 años, y desde el principio siempre fui máster. Jugué por primera vez como jugador a eso de los 19-20 años. En todos estos años he jugado una campaña a Runequest de unos pocos meses. Y ya.

En mis inicios dirigí como DM varias series de partidas que hoy podríamos llamar campañas, pero no las jugué. Nunca tuve ese pj que subía de nivel, nunca saqué ese crítico salvador en el momento adecuado, nunca sostuve a otro pj moribundo en sus últimos momentos, nunca cabalgué las praderas en busca de venganza, ni porté la Espada de los Vientos ante el ejército de Véndegor.
Siento envidia de aquéllos que pudieron vivir esas sensaciones a esas edades tan tempranas. Dirigiendo sientes otras, ni mejores ni peores: distintas.
Entiendo que la nostalgia es un sentimiento poderoso, y que aquellos recuerdos de niñez jugando a rol no se pueden replicar en nuevas experiencias de juego. Sería como pretender volver a la EGB con los viejos amigos para sentir lo de antaño. No tendría sentido.

Pero deberíamos, eso sí, seguir jugando para el asombro. Dejar que la experiencia de juego nos arrope, nos envuelva, nos arrulle. Abrir mucho los ojos cuando nos describen el majestuso Castillo de Crísanor. Decir "ooooh" cuando el dragón rojo Nárgoth se levanta sobre su montaña de oro y joyas ante nuestro grupo y extiende sus coriáceas alas. Bajar esas barreras que el cinismo diario de la vida adulta nos ha llevado a levantar, y volver a jugar como niños, con ilusión por ver qué pasará, con espíritu heroico (o no) y con voluntad de hacer que nuestro grupo (tras o ante las pantallas) pase la mejor tarde de sus vidas.


Porque no entendemos hasta qué punto estamos inmersos en la afición más asombrosa jamás creada.