domingo, 16 de marzo de 2014

Reuniendo los dos lados (NtD 3/3)

En el Bazar consiguieron un trato: el recuerdo de las sonrisas de la hija de Clay a cambio del lugar exacto donde habría de estar el de la Peluca. Durante un buen rato se lo pensaron. Aquello no era normal. Clay acabó aceptando.

Fue inmediato, un recuerdo se borró y otro apareció en su lugar. Clay sabía el camino a las escaleras de incendio de un edificio, y por dónde deberían moverse por aquella jungla de tejados para llegar a una buhardilla oculta. Allí estaría.

Corrieron por los tejados sintiéndose observados. Unas formas los perseguían. Clay corrió y Jackson amartilló el arma y se paró en seco, abriendo fuego. Las formas eran como niños, niños de papel que se rasgaba ante los impactos del .38. Clay sacó el cuchillo, llegó a la buhardilla e intentó derribar la puerta con su hombro, cortándose por accidente el el brazo con su propio cuchillo. Al entrar vio un cadáver sobre una cama, el de su mujer. Todos los recuerdos volvieron a su mente. Aquel carnicero se le había adelantado de nuevo. 

Jackson llegó un par de minutos después, tras haber eliminado a varios de esos niños de papel. Lo que vio enfrió su alma hasta los cimientos: Clay portaba un cuchillo ensangrentado y se arrodillaba ante el cadáver acuchillado de Susan, la mujer de la que se había divorciado. "¡Sácate de ahí!" le gritó, "¿¡Qué has hecho maldito asesino!?". Clay miró el cadáver de su mujer, sobre la cama; Jackson miró el cadáver de la suya, en el mismo lugar. El detective levantó el arma y disparó sobre Clay Barber, matándolo. Cuando observó de nuevo su rostro vio que no era Clay... ¡era él mismo! Pero, ¿él era Clay? ¿o Clay era Jackson?

El tictac empezó a sonar, insistentemente. Un hombre cuyo rostro era un reloj entró en la buhardilla, saludando a Jackson Craighton, tratándolo como a un nuevo amigo. "Has venido a unirte a nosotros" le dijo, "Este será tu nuevo hogar, donde vivirás para siempre". Jackson vio el rostro desencajado de su hija bajo la cama que ocupaba el cadáver de su mujer. La agarró y salió de la buhardilla disparando como un loco. Su hija gritaba aterrorizada. 

Cuando logró llegar a un lugar oculto vio que estaban tras ellos: policías y otros los buscaban. Su hija trató de desembarazarse de él, al grito de "¡otra vez no, otra vez no!". La niña se escapó, y Jackson vio que su revolver del .38 ya no era tal: ahora era un cuchillo. Se levantó y fue tras su hija.

El hombre de la cabeza de reloj se le acercó, rodeó a Jackson por el hombro y le dijo: "Al fin estás aquí. Tu Arte ha sido grande, Jackson, y con tanta gente como protagonista de tus obras. Aquí, donde viven las Pesadillas, podremos llamarte hermano".

A esto, creo, se le llama anagnórisis.

Fin.


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