martes, 5 de julio de 2022

Forbidden Lands: Envenenado

Faltaban pocas semanas para la festividad de Tornaverde, el paso de Altaprimavera a Bajaprimavera... y luego rumbo directo al verano.
Durante esos días pasaron muchas cosas: fueron a Zarakzán a plantar los hongos que habían recogido en Caldarium, cosa que pudieron hacer tras luchar contra unos gigantescos anélidos bajo la impresionada mirada de orcos y goblins de Vorsinghall. La cabeza del más grande sirvió para dejar claro a huesos Huecos y Sin Alma (los dos clanes) que los Cuervos iban en serio.
Uraz el Joven habló con ellos del trato alcanzado (metal por alimento), como reafirmando esa alianza entre los clanes y Boldhome.
Regresaron probando suerte por la Ciénaga del Astado. Mala idea.

La Ciénaga había estado extendiéndose durante décadas ante la indefensa mirada de los pobladores cercanos, que no hacían más que perder terreno antes ese avance. Desde las cordilleras del norte al bosque de Aurakal al sur el territorio estaba completamente ocupado por los tremedales, pantanos y ciénagas que el Astado (fuera lo que fuera ese ente).
En la primera intentona vieron salir de la Ciénaga a un grupo de sureños saliendo de la misma, en combate con unas criaturas que parecían haber atacado unos carromatos. Acabaron con ellos (con unos y otros), pero la duda de lo que habría dentro creció en el grupo. ¿Cómo era posible que los sureños pudieran atravesar el pantano en carromato? ¿Tendría El Astado algún pacto con el Sur, permitiendo el paso a los secuaces de Herrumbre?
El grupo dejaría a los gusuks en Tyr Melián y volvería para internarse en la Ciénaga. Después de un par de días de viaje empezaron los problemas: dificultad para avanzar, para otear, para encontrar el rumbo y para acampar.
En una de las tardes, mientras preparaban el campamento y vigilaban vieron una pequeña canoa flotando entre las corrientes de agua de la zona. Al acercarse vieron que era una canoa funeraria con símbolos de Cuervo, cubierta por un lienzo grisáceo, atacado por la intemperie y el paso del tiempo. Retiraron el lienzo y bajo el mismo había un cadáver en vida lleno de pústulas... Un gas cargado de esporas se elevó como una nube desde las heridas del cuerpo, y el cadáver viviente perdió la poca que le quedaba. El féretro flotante portaba, sin duda, una maldición.
Maldición que, por desgracia, atacó a Ídril el Medioelfo: al amanecer del día siguiente estaba débil y febril. El robusto Tháendan el Elfo parecía resistir las toxinas malditas, así que cargó al hombro a su compañero y, llevando Kurt el Wolfkin con casi todo el equipo, partieron hacia el sureste buscando una salida rápida con la esperanza de una cura gracias a las hierbas de Hearda, una de las dirigentes de Boldhome. Calcularon que en menos de dos días Ídril podría estar muerto.

Tocó carrera a marchas forzadas a través de varias millas de camino... pero llegaron a tiempo. Fue épico.

Allí las hierbas de Hearda de poco sirvieron, ya que era una maldición lo que contenía el medioelfo en su sangre. Descubrieron que, en su lucha ancestral, la Cazadora y el Astado eran enemigos... tal vez Heme, la Cazadora, pudiera hacer algo.
Heme, sí... la que en algunos lugares es venerada como esposa de Herrumbre y que Káter, una muchacha refugiada recién llegada a Boldhome
Emblema de Heme

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