martes, 15 de febrero de 2022

Forbidden Lands: Vermellos

Tardaron cerca de 15 días en resolver todo lo que tenían pendiente en Tyr Melián, pero al finalizar ese primer tercio de mes (recordemos que Altaprimavera tiene 45 días) habían encontrado una cantera de costa de donde Cervus, el constructor contratado, podría obtener granito para levantar una capilla a Cuervo en las cercanías de la torre; habían contratado casi indefinidamente a unos leñadores para obtener madera que, finalmente, serviría para un mercado al aire libre en la plaza circular de la fuente de Boldhome que atrajera a los habitantes de las aldeas y poblados aledaños con excedentes.

Entrenaron, descansaron, se prepararon para el viaje y, cuando estuvieron listos, partieron rumbo norte hacia la Aldea de Harick, que habían visitado no en una, si no en dos ocasiones. Tras medio día de marcha empezaron a vislumbrar las Llanuras del Dolor.

Las Llanuras eran un amplio territorio que mezclaba tundra, estepa, bosque boreal al norte, prados de hierba marrón y colinas bajas con una extensión de un par de días de marcha en gusuk. Ellos estaban yendo hacia la Aldea de Harick, y eso los dejaba al oeste de esas Llanuras. Antes de llegar, en un pequeño descanso en el camino, fueron atacados por un oso negro enorme que salió de entre matorrales. No era un comportamiento normal. Los ataques combinados de los tres viajeros consiguieron reducir a la criatura sin lamentar daños personales. El oso, de más de 500 kilogramos, presentaba acumulaciones de pelo en quijada, espalda, codos... eran como púas. Los ojos rojizos no auguraban nada bueno, aunque Ídril no percibía magia en él. El rastro mostraba que el oso venía de las Llanuras del Dolor.

En la Aldea fueron recibidos por Weston, el anciano que ahora gobernaba el lugar. Les ofreció alimento y agua y, con alegría, anunció que habían habilitado el espacio prometido para viajeros de toda clase (trasgos incluidos) como refugio en honor a Cuervo. Les contaría que el oso seguramente estaba maldito por la influencia de las Llanuras (Ídril torció el gesto, pues ninguna magia había en el oso), ya que ese infecto lugar era un cementerio para todo aquel que lo hollase.

Durmieron en el refugio de Cuervo, encendiendo un pequeño fuero y dejando que el sueño hiciera su efecto. El druida hacía la guardia nocturna (había dormido antes para estar descansado) cuando, siendo todavía noche, vio llegar a tres altas figuras que, tras un gesto de oración hacia la figura de Cuervo tallada en madera que coronaba la cubierta del refugio, entraron en silencio para descansar, colocándose respetuosamente a varios metros de los tres. Pero Ídril es curioso por naturaleza, y allí se acercó con palabras amables y gesto de paz.

Los otros tres resultaron ser elfos, de los cuales sólo uno sabía el idioma comercial del norte. Respondía al nombre de Finasáer, y era muy parecido en porte, altura y rasgos a Tháendan. Eran, como éste, Vermellos (es decir, guerreros seguidores de la diosa Vermella, la estrella roja que guiaba a los elfos en su guerra de reconquista del Norte). 

Despiertos ya un Kurt que pasaba del asunto y un Tháendan que buscaba más información, charlaron animadamente con los elfos; bueno, realmente sólo con Finasáer, puesto que los otros dos no conocían la lengua comercial del norte. Supieron que habían estado patrullando las cordilleras de la zona, buscando sureños de Herrumbre para matarlos. Su guerra particular era como la de Tháendan: no dejar un alderlander con vida.. Ahora buscaban volver al oeste, a los bosques de Dankwood para visitar sus tierras ancestrales.

Tháendan les preguntó por el corazón de elfo que había recuperado de los hombres de Halford. Éste le había hablado con palabras crípticas y sensaciones que el elfo no podía descifrar. Los otros elfos le aconsejaron conectar con el corazón. cosa que hizo. Escuchó las palabras de Alaréi, nombre de una guerrera elfa que Finasáer dijo conocer. Recomendó al guerrero que llevara el Corazón de Alaréi a la isla de Maidenholme, junto con las sacerdotisas elfas... pero sólo cuando fuera digno de poner un pie en la isla.

A la mañana siguiente, tras pasar el resto de la noche de charla, se despidieron. Los elfos al oeste, ellos al noreste: rumbo a las montañas y a Caldarium bajo la sombra de grandes harpías voladoras.

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