viernes, 8 de octubre de 2021

Forbidden Lands: Ordenamientos

Llegaron de vuelta sin demasiados problemas en menos de media jornada a la Torre, ante la cual había acampado dos ogros. Adulf, desde una de las saeteras gritaba "¡ahora sí que os va a ser hora, garrulos!". Los tres compañeros se prepararon para el combate.

Los dos ogros acusaron a Evell de no permitirles la entrada. Sólo querían algo de cerveza de Boldhome (seguro que alguna escondían en la torre) y pasar un buen rato. Y la mujer no se lo había permitido. Aquello encendió los ánimos. Kurt rodeó la torre y la subió por detrás para tener a los ogros a tiro de arco desde una posición elevada. Tháendan desenvainó y cubría a Ídril. El medioelfo prefirió usar sus habilidades mágicas... calmó a los dos ogros con un hechizo de serenidad, convenciéndolos de que se retiraran sin demasiados alborotos. Los dos ogros cedieron gracias a la magia, acusándolos de ser unos carcas y unos aburridos, además de ser unos listillos de orejas picudas. Pusieron rumbo norte y se perdieron en la lejanía.

Evell agradeció la intervención, ya que llevaban un par de días cerrados en la torre con los ogros en el exterior. El grupo reconoció que madre e hijo habían actuado correctamente.

Cenaron, descansaron, forrajearon los alrededores, cazaron un ciervo que Evell prepararía... estaban en casa. Pero faltaba visitar de nuevo el Aurakal.

Una fresca mañana de mediados de Bajoinvierno pusieron rumbo al bosque de Aurakal, evitando Boldhome para no retrasarse. Los tres amigos tardaron menos de media jornada en introducirse en el tupido bosque de coníferas. Gracias a los recuerdos de Ídril, que ya había estado en la zona, llegaron al pórtico de ramas que servía de entrada a la necrópolis. Allí, en un silencio reverente, observaron las vasijas campaniformes donde los restos de los elfos reposaban. Kurt acabaría encontrando un pequeño osario wolfkin, como si ambas especies hubieran luchado juntas y se les reservara un lugar junto a sus aliados elfos. 

El "Rey Sedente"

Tháendan examinaba al "rey sedente", esa figura regia que parecía sentada en la vasija que, rota ya por un lado, contenía sus restos. No tenía sentido... los elfos no "morían", no entendía qué pudo llevar a esos ancestros a ser enterrados... ¿y sus rojas gemas? ¿Robadas? ¿Extirpadas? Aquellos hechos merecían ser investigados. Mientras pensaba en eso, el rey se levantó y lanzó varios mandobles contra el elfo. Tháendan los esquivó y se preparó para desenvainar a Rot Ode, su espada rota de sílex. El combate se alargó y requirió un esfuerzo extremo al elfo, pero logró derrotar al no muerto. Nadie percibió nada, y Tháendan se vio inclinado sobre el cadáver del rey elfo como unos minutos atrás... había sido como una ensoñación. La diferencia principal fue ver cómo, en el cuello del cadáver, había aparecido un colgante de plata con forma de cuervo como el que Ídril llevaba con orgullo.

Rot Ode, la espada rota

Kurt, al mismo tiempo, registraba las tumbas wolfin. Con su espada removía el suelo para ver si encontraba algo curioso, y se detuvo al desenterrar los restos de una tira de cuero decorada con unas largas escamas de colores. Era un adorno para atar en la unión del brazo con el hombro, al estilo wolfkin. Su padre llevaba uno igual, recordó. Pero su padre había muerto hace meses, a manos de los Guardias de Hierro de Herrumbre y aquella sacerdotisa de Heme. 

Un brazo agarró el suyo, surgido del interior de la tierra. El corazón casi le salta del pecho al ver surgir del barro un esqueleto que agarró su zurrón y salió corriendo hacia el bosque. Kurt lo persiguió a la caza, dando con él varios minutos después. Logró subir a un árbol y derribarlo de un flechazo en el cráneo. Cuando se acercaba a recuperar sus cosas apareció de entre los árboles un enorme avatar de la cazadora Heme, riéndose de Kurt y de su familia. Incapaz de aguantar las burlas, intentó el ataque, pero Heme era poderosa y temible. Kurt desesperó, pero un enorme cuervo cayó en picado sobre la diosa, rasgándole la cara y arrancándole los ojos y el rostro hasta el hueso: Kurt cargó su arco y la flecha atravesó la cabeza despellejada, cayendo el cuerpo inerte sobre la hierba. El cuervo, posado en una rama, movió su cabeza en símbolo de respeto y reconocimiento hacia el wolfkin. Y entonces despertó con el abalorio de cuero y escamas en la mano. En el rey sedente apareció un nuevo amuleto, esta vez para Kurt. Habían superado la prueba.

Al poner en común estas ensoñaciones Ídril explicó que su prueba había sido realmente física, mientras que las suyas habían tenido lugar en el espacio de la mente. Quizá la estatua de Herrumbre había dado poder físico a los no muertos, mientras que al romperla y desecrarla las pruebas habían pasado a ser en una lucha mental o espiritual de algún modo. 

Asintiendo serios con los amuletos en la mano decidieron que lo mejor sería acampar en ese mismo lugar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario