A ritmo lento se encaminaron a Nothva Rhaglaw, el "Refugio del Regente", lugar que Arador quería como punta de lanza contra los trolls de Etten o cualquier trasgo que llegara de Gram o Gundabad.
Feagorn parecía, en efecto, envenenado por el ataque del orco. Sus armas solían estarlo. Y no tenían mucho para ayudar al pobre muchacho. Con una leve fiebre y una constante sonrisa, Feagorn continuaba sin reservar fuerzas y, si se quejaba, no era ante ninguno de sus amigos.
Encontraron una cueva donde cobijarse, pero fue peor el remedio que la enfermedad, ya que, de nuevo, los orcos la poblaban. Un grupo numeroso de ellos rindiendo culto a un orco con una capucha de cuero negro con un ojo rojo pintado en ella. Fueron descubiertos espiando, y perseguidos.
La suerte estaba echada, y decidieron aguantar en la entrada... morir con honor ya que se sabían superados en al menos 5 a 1.
Un jinete llegó cargando desde el este, con un caballo blanco cuyo trote hacía sonar decenas de cascabeles...
"Noro lim, Asfaloth!", gritaba. Y al escuchar ese sonido los corazones de los cuatro amigos se llenaron de esperanza, ya que era un señor elfo de dorados cabellos el que pronunciaba aquellas palabras. Las caras de los orcos tornaron de sonrisa sádica a pánico absoluto, y se refugiaron en la cueva. El elfo, que no era otro que Glorfindel, entró arrasando en la cueva y mató a muchos orcos esa noche.
Luego habló con los dúnedain, y ayudó en la curación de Feagorn. Thorongil, Kargor y Díndae lo conocían de haberlo visto en Rivendel tiempo atrás. El elfo continuó su camino, despidiéndose con palabras amables y buenos consejos sobre el viaje.
A la mañana siguiente retomaron camino a Rhaglaw, llegando a medio día y encontrándolo solitario y ruinoso. Había sido un pueblo importante en su momento, una villa fronteriza entre Arthedain y Rhudaur, parada indispensable en la ruta directa entre Fornost y Cameth Brin. Ahora el silencio lo poblaba.
Registraron el lugar, aguardando la llegada de su señor Arathorn. Feagorn se lo tomaba con calma, todavía débil a pesar de los cuidados de Glorfindel.
Allí tuvieron un encuentro de lo más extraño: un hobbit. Había un hobbit "saqueando" el lugar. Se trataba de Holfut Tuk, un individuo de lo más simpático (a la par de sospechoso), que se decía entendido en hierbas y leyendas. Hicieron buenas migas con él, aunque lo reprendieron por robar en el pueblo. Como montaraces debían defender la propiedad de sus antepasados, por mucho tiempo que pasaran éstos sin reclamarla.
Aún así vieron que Holfut sólo estaba interesado en un libro de notas sobre hierba para pipa que, al parecer, contenía muchos datos sobre tipos, cultivo, secado y consumo. Holfut decía que se haría rico y que su nombre sería conocido desde la Frontera del Oeste hasta Bree. ¡Qué gente tan curiosa, los hobbits!
Pasaron la noche con él, y Kargor entabló cierta amistad hablando de hierbas y pipas.
A la mañana siguiente se fue, mientras los cuatro muchachos se quedaron preparando el lugar. A mediodía llegarían los montaraces de Arathorn con muchos conocidos y amigos que ayudaron en la puesta a punto del lugar.
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