Pero era una amenaza, tal vez, demasiado grande. Tomaron como misión principal acabar con los saqueadores, y planear qué hacer con El Guardián del Agua más tarde.
Díndae acabó encontrando un rastro fresco que los guió a una pequeña torre, una atalaya de dos pisos con forma pentagonal que miraba principalmente al noroeste: vigilaba cualquier actividad fluvial sobre el Mitheithel y el Glanduin. Un muro de unos cuatro metros salía de uno de los lados y cerraba un patio al unirse a otro de los muros. Ellos se acercaron desde el suroeste, cubriéndose tras grandes acebos que cubrían toda la colina sobre la que se asentaba aquella torre. Vieron movimiento, y Thorongil decidió esperar y estudiar las entradas y salidas de los habitantes, que no eran otros que los saqueadores que vendían en Bree... la seguridad la dio ver al propio Cadarn (su líder) guiando a un grupo en una de sus salidas.
Una mañana salieron unos cinco rumbo a Tharbad, y los tres montaraces vieron su oportunidad: Díndae cubría desde la distancia, Thorongil ayudó a Kargor a subir el muro y éste observó el patio interior: un hombre daba avena a dos caballos y se iba a un pequeño almacén a coger algo. Kargor saltó al patio haciendo menos ruido que un gato, quitó el madero que bloqueaba la puerta y dejó entrar a su capitán. Éste avisó a Díndae, que corrió colina arriba. Al entrar bloqueó de nuevo la puerta.
Una vez dentro comenzó el ataque, eliminando a varios enemigos en el almacén y al ir subiendo por la torre. Mientras Díndae, con sus espadas cortas, aseguraba el piso inferior, Kargor y Thorongil cargaron sobre el piso superior. Aquí el escudo del capitán fue vital para poder evitar a un arquero que cubría la subida. El combate contra él dejó a Kargor la posibilidad de buscar otros enemigos: esa oportunidad se llamaba Cadarn. El líder de los saqueadores salió de una de las dos habitaciones, armado con su espada dúnadan. El combate con un agotado Kargor fue estremecedor, sobre todo cuando la hoja de Cadarn golpeó el brazo del dúnadan. El cansancio y la herida eran terribles, pero éste se sobrepuso y, al grito de "¡Por el Oeste!", golpeó el torso del dunlendino abriendo una profunda herida que le supuso la muerte. Levantó la cabeza agarrándose el brazo, para ver a Thorongil que venía en su ayuda: todo había acabado.
Los tres amigos se sentaron mirando hacia el noroeste, una vista espectacular de los dos ríos. Thorongil trató la herida del brazo de su amigo mientras Díndae registraba las dos habitaciones: encontró muchas baratijas, pero había joyas y objetos importantes, algunos incluso de ancestros de amigos que vivían en Daembar.
Pero un brillo llamó la atención de Kargor: Díndae acababa de encontrar un colgante y Kargor, de alguna manera, lo reconoció. "Eh, Díndae, déjame ver eso", pidió. El explorador calculó el tiro y lanzó el colgante a la mano de su amigo. Al recogerlo y girar el puño, y luego al abrirlo, el montaraz se sobrecogió.
El colgante era un amuleto de embarazada, un objeto que auguraba buena suerte a la madre y al hijo nonato. Era un regalo de un esposo llamado Elagond. El nombre de la madre era Thalionwen... el nombre del hijo era Kargor.
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