Sorbieron un trago de miruvor para recobrarse, y Díndae volvió a la cueva de los trolls para usarla como refugio temporal. No halló nada que indicara que había más trolls, así que ayudó a sus amigos a meterse allí y ponerse a cubierto.
Mientras Thorongil, Kargor y Holfut se recuperaban, Díndae avanzó por la cueva, encontrando unos cofres y bolsas con un pequeño tesoro... no percibió maldad en él, así que lo reunió y se lo llevó a sus compañeros.
Informó también que la cueva avanzaba millas y millas en dirección noreste. Casi parecía que podría pasar bajo las montañas hasta el otro lado: hacia Gundabad, tal vez.
Esa noche le tocó al explorador hacer toda la guardia, para dejar que sus amigos descansaran. No fue hasta muy pasada la medianoche que escuchó ruidos extraños fuera de la cueva. Al salir a inspeccionar vio a un lobo huargo hacia el norte. Apuntó y consiguió derribarlo antes de que huyera a informar... con el rabillo del ojo le pareció percibir que otro lobo se escabullía fuera de alcance.
A la mañana siguiente les explicó lo ocurrido a los otros tres, y partieron sin demora. Pensaron una ruta rápida hacia Nothva Raghlaw, y llegaron al cabo de unas dos semanas. Allí fueron recibidos con gran alegría, ya que no se sabía nada de ellos desde hacía casi un mes. Ellenhen abrazó con fuerza a su esposo: los dos se amaban entrañablemente.
Arathorn y Gandalf hablaron con ellos en privado de todas sus aventuras, y veían ahora a un Arathorn más resuelto, más líder: con las cosas más claras. Al parecer Gandalf había sido un buen consejero durante estos días.
Habían convencido a los refugiados en Raghlaw de volver a Daembar: la idea de quedarse en Rhudaur era una locura, era un puesto demasiado avanzado y lejos de las zonas de suministro como Bree o Sarn. Las mujeres y ancianos estaban deacuerdo, gracias también a las convincentes razones de Gandalf, que era respetado por todos y sabían que era gran amigo de Arador, como lo había sido de Argonui.
Así, los tres montaraces guiaron al grupo rumbo oeste por el Camino del Este, hacia Daembar, hacia el Hogar Oculto. Acabó así la aventura de retomar Rhudaur. No era ni el momento ni el modo.
Pero algo remordía a Thorongil... ¿qué era lo que había pasado con Arathorn? ¿Por qué aquel cambio? Fue la estrecha relación entre Ellenhen y Gilraen la que poco a poco le abrió los ojos. El corazón de un hombre es algo frágil, más en manos de una noble mujer... pronto se supo que Arathorn volvería para hablar con Dírhael y pedirle la mano de su hija, Gilraen la Bella.
El verano del 2929 de la Tercera Edad estaba en su apogeo.
Habían convencido a los refugiados en Raghlaw de volver a Daembar: la idea de quedarse en Rhudaur era una locura, era un puesto demasiado avanzado y lejos de las zonas de suministro como Bree o Sarn. Las mujeres y ancianos estaban deacuerdo, gracias también a las convincentes razones de Gandalf, que era respetado por todos y sabían que era gran amigo de Arador, como lo había sido de Argonui.
Así, los tres montaraces guiaron al grupo rumbo oeste por el Camino del Este, hacia Daembar, hacia el Hogar Oculto. Acabó así la aventura de retomar Rhudaur. No era ni el momento ni el modo.
Pero algo remordía a Thorongil... ¿qué era lo que había pasado con Arathorn? ¿Por qué aquel cambio? Fue la estrecha relación entre Ellenhen y Gilraen la que poco a poco le abrió los ojos. El corazón de un hombre es algo frágil, más en manos de una noble mujer... pronto se supo que Arathorn volvería para hablar con Dírhael y pedirle la mano de su hija, Gilraen la Bella.
El verano del 2929 de la Tercera Edad estaba en su apogeo.
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