El jinete se alejó a galope tendido, dejando a los tres montaraces con el miedo en la espalda. Sólo Kargor se atrevió a levantar la espada y retar al oscuro con gritos en sindarín.
Registraron a los orcos y a Belegost: algunas monedas, armas y una pipa. La pipa le llamó mucho la atención a Kargor: aquella factura no era dúnadan ni, obviamente, orca. Le recordaba a pipas que había visto en Bree o La Comarca... Atando cabos dedujeron que, tal vez, Holfut Tuk estaba de por medio; en qué medida y bando, no lo podían saber. Decidieron no regresar todavía: Díndae rastrearía el lugar.
Efectivamente, el hobbit había andado por la zona, y Belegost y su escolta lo habían traído desde el norte. Pero unas huellas enormes y recientes lo llevaron al este, hacia las montañas. Se miraron unos a otros y, sin necesidad de decir nada, recogieron sus cosas y echaron a correr al este.
Un par de días después llegaron a un pequeño y oculto valle en las estribaciones de las montañas, justo donde las Hithaeglir se unen a los montes al sur de Angmar. Aquella era una tierra muy peligrosa, poblada por trolls de montaña y cosas peores, o eso se contaba.
Las huellas llegaban a un grupo de cuevas que daban a un riachuelo al fondo del valle. Allí, camuflados y extremando el sigilo, vieron a Holfut dentro de una jaula pajarera en la entrada de una cueva, con un inmenso troll, más grande de los que jamás habían visto, hablando con él. "Tú tonto, si no comes no te podremos comer... pequeñajo tonto, ¡debes ser bueno!". El pobre hobbit daba largas sobre la poca idoneidad del alimento (teniendo en cuenta que se lo daban trolls no era como para acusarlo de ser un gourmet, precisamente).
Trazaron el plan y fueron a por él. Kargor salió a pecho descubierto y, aunque al ver al troll tragó saliva, no se arredró. Increpó al troll y provocó que saliera fuera, lo que permitió a Thorongil colarse en la cueva y soltar al hobbit.
El troll cargó contra Kargor, pero el arco de Díndae cantó, hiriendo a la criatura. Lo golpes se sucedieron, pero el troll era casi invulnerable a ellos, tan dura era su piel. Kargor temió por su vida en varios momentos. La lanza de Thorongil entró en escena y, entre los tres, consiguieron reducir al troll no sin un esfuerzo agotador.
Tomaron al hobbit y corrieron valle arriba cuando oyeron a otro troll que salía de la cueva. No podían más, así que lo les quedó otra que plantar cara. Se sabían superados, pero Kargor y Thorongil descargaron flechas, lanza y luego cargaron de frente. El arco de Díndae no paraba de disparar e incluso Holfut improvisó una honda y comenzó a tirar piedras.
Hay historias que pasan a la leyenda, que se acaban contando de padres a hijos alrededor del fuego. Aquélla seguramente no lo sería, ya que todo terminó con un troll muerto, con dos montaraces casi inconscientes tirados sobre el cadáver, otro desesperado aguardando al siguiente troll, que no aparecía, y a un hobbit asombrado con los ojos como platos.
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