Aquella primavera era bien extraña. No habría manera de que ancianos y mujeres abandonaran Nothva Rhaglaw.
Los tres amigos decidieron que habría que buscar una solución a todo aquello; a Thorongil empezaba a quitarle el sueño.
Su turno de patrulla los llevó a la linde norte del Bosque... un troll cruzaba en la oscuridad de la noche con un bulto a la espalda. La emboscada fue rápida, y el troll fue derrotado. Por desgracia el bulto resultó ser un hombre muerto que, al ser registrado, desveló una carta. Estaba en una letra extraña, pero una firma casi se podría asegurar que era una "G". ¿"G" de Gandalf? Kargor usó todo su ingenio y logró traducirla: era una carta de Gandalf al señor Elrond, avisando de la Sombra del Bosque de los Trolls. Daba aviso de que la Sombra
Los amigos partieron de inmediato en una canoa bajando por el Fontegrís, intentando llegar lo antes posible al Último Puente.
El viaje no tuvo complicación, pero Kargor se acomodó y dejó de lado la vigilancia... una emboscada de trasgos los sorprendió casi bajo el puente. A cubierto a duras penas bajo la canoa no pudieron evitar que Díndae recibiera una flechazo en el costado.
Viéndose superados, y con el enemigo descargando flechas sobre ellos, Thorongil y Kargor decidieron morir como Dúnadan, y salieron a la carga. Díndae disparó una flecha, y cinco trasgos cayeron alcanzados por ella... ¿¡cómo!? Flechas caían de la otra orilla, ya que los Errantes de Gildor disparaban sus arcos de tejo sobre los trasgos, y Gandalf llegaba con ellos. Salvados por los pelos, como de costumbre.
Kargor vendó la herida de Díndae, y todos se alegraron de ver a Gandalf. Éste les preguntó que qué hacían por allí, y éstos les explicaron todo lo sucedido, y la actitud de Arathorn. El Mago Gris prometió ir a Rhaglaw, pero antes debía ir a Herubar Gular y explorarla. Los tres montaraces se apuntaron.
Poco se debería decir de ello. Pusieron rumbo norte y llegaron al lugar. Gandalf se adentró en las temibles tinieblas de las ruinas mientras los tres amigos se tenían que defender de unos extraños espectros que salieron volando del castillo... eran terribles, volaban y aleteaban como grandes murciélagos, criaturas de otra era que atormentaban a los vivos.
Lucharon y las criaturas acabaron reducidas a niebla, a costa de mucho esfuerzo, justo en el momento en que una columna de luz verdosa salía lanzada al cielo nocturno desde Herubar Gular. Se temieron lo peor, pero la luz cesó y Gandalf salió de allí, enjuto y anciano, pero vencedor. Los montaraces respetaron su silencio, descansaron unas horas y partieron al norte.
Allí Gandalf hablaría con el hijo del Capitán.
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