La muchacha llamada Káter acudió a la Casa Gran de Boldhome. Era una estructura de bloques de piedra rectangular de dos plantas con un escudo señorial (el puente) en el lado largo que miraba a la plaza del pozo. En ella había vivido el antiguo gobernador de la villa hasta que nuestros héroes acabaron con él, a poco de huir de los trabajos forzados de Zarakzán, muchas lunas atrás a principios de año.
Ahora era su lugar de descanso en Boldhome.
Pero esa tarde no había descanso, sino que se intuía un velatorio: Ídril había enfermado la noche anterior en la Ciénaga del Astado y se moría. Sabían que Káter era creyente de Heme, la Cazadora. Heme, esposa de Herrumbre, y la maldición que Ídril traía en su sangre parecía tener algo que ver con alguna de las dos entidades. Cuando llegó, reticente por el acoso sufrido a manos de Kurt a causa de sus creencias, su actitud cambió al ver al medioelfo. Tuvieron un momento de charla privada en la cual hablaron con franqueza de sus dioses. La joven, al ver que la vida abandonaba al druida, tomó su mano y rezó con fuerza... y fue escuchada. La vida retornó al medioelfo y la maldición se esfumó... y como humo entró en la joven Káter, infectándola a un ritmo acelerado.
La tumbaron en la cama mientras veían cómo zarcillos negros bajo su piel descendían desde los ojos al cuello, dejando su boca oscura y sus ojos completamente carbón. El druida comenzó una lenta oración a Cuervo. La joven murió allí mismo, en sus brazos, pero su espíritu permanecía todavía cerca: invocando todo su poder, Ídril agarró el alma de la muchacha y la metió de nuevo en su cuerpo, purgado ya de la maldición. La joven, confusa, despertó debil y pálida, habiendo visto más allá del Velo. Sus amigas fueron avisadas y se les permitió hacer compañía a Káter. El asombro por lo sucedido tardaría en desaparecer de los ojos tanto de la joven como del medioelfo.
Ídril, de nuevo en pie. |
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