El descanso por la garganta de la calavera tenía forma de pasillo escalonado no muy amplio, frío y de sillares encajados con destreza. "Enanos", sentenció Ídril. Siguieron bajando las amplias escaleras bajo la luz de la antorcha del guerrero elfo.
Al llegar a liso, Tháendan iluminó hacia arriba: un arco de piedra de hermosas dovelas curvas mostraba una clave con una talla de líneas simples del rostro de un enano.
La puerta que cerraba el arco estaba podrida y hecha trizas por el suelo, y la luz iluminó la sala contigua. Entraron por uno de los lados cortos de un espacio en forma de rectángulo con seis columnas uniformes en forma de enano hierático, con doce pequeñas cúpulas decoradas con frescos desgastados en el techo. En ambos lados largos había una salida, eligiendo en este caso la de la izquierda. Otro lado corto de otro rectángulo (éste más amplio) mostraba un cuerpo tendido en el suelo y un gran tapiz al fondo. El cadáver era de un orco que, tendido sobre su pecho, tenía unas fuertes erupciones cutáneas en las manos... Ídril intuyó un veneno: prefirieron no tocar el tapiz, pero no dejaron de observarlo. En él un grupo de enanos atacaba algún lugar del norte (picos helados) en el cual se veía una zona verde arbolada sin nieve entre montañas con niebla o vapor. En ese lugar había una criatura gigante con un arpón, flecha o jabalina clavada en un hombro. Uno de los enanos llevaba una espada de sílex muy similar a la espada rota que Tháendan había encontrado entre los restos del enano Jornen Brazofuerte en Tyr Melián... pero en aquellos hilos la espada estaba completa.
Un pasillo a la izquierda les llevó a una sala cerrada que emanaba magia. En su interior había un cofre pequeño, rodeado de cadáveres de orcos y goblins. Ídril lanzó un poderoso hechizo de contramagia, haciendo que la trampa del cofre, que percibió como una gran onda mágica que mataría al que manipulara el artefacto (como a los desdichados visitantes previos). En el cofre, una llave de plata.
Siguiendo el pasillo llegaron a una sala donde había dos salidas: una reja cerrando un arco y una boca humanoide con los dientes de piedra cerrados; comprobaron que la llave de plata abría los mecanismos de ambas salidas. Decidieron probar por la enrejada y dejar la boca para otro momento.
Al otro lado había un sencillo sarcófago de mármol sobre el suelo de piedra. La antorcha mostró runas en la lápida: hablaba de Ilnius, miembro de los Cuervos de Plata. Se trataba, sin duda, de uno de los tres enanos compañeros de Tyr Melián.
Tháendan empujó la tapa, y el cuerpo momificado de un enano apareció. Su desgastada armadura todavía lucía, y sujetaba un lienzo alargado y grisáceo. El elfo intuyó su interior y lo intentó rescatar de las manos del enano... para ver cómo el espíritu atormentado del enano aparecía en la oscuridad y atacaba al grupo. Ilnius el enano se lanzó sobre el elfo con fiereza. La Espada Rota hacía cierta mella en el fantasma, y las palabras poderosas del druida más mella todavía. Las mundanas flechas del wolfkin, sin embargo, eran inútiles.
Acabarían derrotando, purgando y dando paz al espíritu del malpocado enano. Tháendan, desenrollando el lienzo, tomó en su mano el filo de sílex que antaño formaba parte de su espada. Intentó unirlos en vano. Cansados y heridos, decidieron descansar un rato fuera de esa sala y valorar sus opciones.
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