Que el trabajo en la mina es duro, sucio y hasta la muerte, eso lo tenían claro. La humillación de haber sido capturados para algunos de ellos era enorme, pero sobrellevaban su vergüenza como podían.
Idril el medioelfo druida |
Kurt, un cazador wolfkin |
Tháendan, elfo guerrero |
La Niebla de Sangre lleva siglos impidiendo que haya una vida normal en el lejano Vivend. Era otro de los motivos por los cuales escapar de allí (donde quiera que allí fuera) era una locura. En el hueco de mina que usaban como residencia, letrina, comedor... ya habían muerto varios compañeros. Orcos, goblins, otros humanos... La Mina de Zarakzán era un matadero y sus esclavistas alderlanders no eran los matarifes. De éso se encargaban el cansancio, el hambre y las enfermedades.
Pero, de algún modo, la llegada de Érelm a su galería fue como un atisbo de esperanza.
Érelm, misterioso colaborador |
Érelm era un hombre, pero durante aquellos días que estuvo con ellos se mostró respetuoso, recto, animoso y afable. Entrado en años (unos 60, respetable para un hombre) pero todavía robusto y ágil tras su barba y melena largas y blancas.
La mina de Zarakzán |
Érelm avisó a Tháendan e Idril, entre otros, y les dijo que fueran a la parte de atrás del almacén donde Kurt había dejado todo el material. Entonces empezó a entonar un cántico extraño y la montaña empezó a temblar... Nieve y rocas empezaron a caer sobre el exterior de la mina haciendo que cundiera el caos. Tháendan llegó veloz y fue capaz de recuperar su espada larga y su camisa de anillos. Cogió sus botas y algo de su ropa y rodeó el edificio hacia donde venía a toda velocidad un guarda con intención de bloquear el portón de empalizada. Lo que éste no supo es que habría de recibir un espadazo élfico desde su flanco izquierdo y un flechazo wolfkin desde el exterior de la empalizada. Idril llegó con su raída túnica y su vara recién recuperada. Dentro varios esclavos estaban luchando contra capataces, y Érelm seguía concentrado, con sus brazos vibrantes, atrayendo el alud de nieve y roca. Pero aquello cesó cuando el guardia de Hierro lo atravesó con su herrumbrosa espada ancha... Érelm cayó sangrando y logró levantar la cabeza para ver cómo sus tres compañeros de galería lo miraban un momento y huían en dirección al baldío, rumbo al sur en aquel atardecer de lunas nuevas.
No sabrían qué pasó en la mina, pero lograron seguir un rumbo estable hacia el sur, sur-este. Idril, invocando sus poderes para ver más allá, les diría a sus compañeros que el mar estaba cerca y que una torre cercana a la costa y un pueblo millas más al suroeste, en la desembocadura de un río, eran los dos lugares que sus ojos veían.
Tyr Melián... ¿Qué secretos esconderá? |
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