miércoles, 4 de noviembre de 2015

Día 4 (Desafío D30)


Pregunta 4: El dios del farallón no es una gran potencia. No es capaz de grandes milagros, ni de hacer aparecer cosas de la nada, ni de que llueva en verano ni haga sol en invierno, ni bendice armas, ni maldice cosechas, ni siente, ni padece.
Eso sí: en ese extraño ídolo hay algo. Alguna conexión con algún ente de otro plano. Se sabe de gente que hizo ofrendas ante él, que superó la peor de las plagas. Se sabe que una guerrera fue capaz de sobrevivir al aliento de un dragón rojo que habitaba al norte (solo ella sobrevivió de su grupo de aventureros, siendo ella la única que había hecho una ofrenda). Cosas así.
Cuentan que una joven paladín ofreció gran parte de lo que había ganado con su grupo de aventuras, pues se disponía a luchar contra un poderoso mago oscuro del Bosque de Villestro. La muerte era casi segura, pero su condición de paladín y una promesa impelían su decisión; así que pensó "al menos mis amigos no se beberán todo mi dinero". Pues bien, no solo consiguió derrotar al tal mago y liberar para siempre de su sombra a las buenas gentes del pueblo de Silvouta, sino que se sabe que, antes de poder ni tan siquiera acercarse, el mago le lanzó una terrible maldición que implicaba la muerte automática. Viendo el cariz de los acontecimientos, entendemos que "algo" protegió a la buena paladín en esa ocasión, y no son pocos los que relacionan al templo del farallón y a su ídolo con estos acontecimientos. 
Eso sí: hubo una vez un listillo que decidió coger la estatuílla y largarse con ella. El Viejo Ciego Que Casi Nunca Habla anduvo lentamente hasta el cuerpo inerte (que no había llegado ni a la entrada del templo), recogió el ídolo y lo colocó de nuevo en su sitio. Luego se sentó y apuró unas judías con jamón que le habían traído del pueblo antes de que se enfriaran.

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