Se quedaron un par de días ayudando en Cameth Brin, curando heridos y reparando edificios. La partida fue triste, y les pareció que dajaban en el mayoral Godric y en los demás una semilla de esperanza y confianza en los Hombres del Oeste.
Partieron al sur, rumbo a la casa de Túrin, pero encontraron un rastro de pisadas que les parecieron sospechosas. Decidieron separarse, siguiendo camino Kargor y rastreando las huellas Díndae y Thonrongil.
Kargor continuó su camino y llegó sin problema a la granja de Túrin, siendo recibido por Madoc y familia, que lo alojó lo mejor posible, a pesar de que Túrin no se encontrara en el lugar: había salido a cazar orcos. Al día siguiente el dúnadan seguía sin aparecer, en contraposición a unos individuos de aspecto sospechoso. Kargor los espantó, pero estaba seguro de que volverían al anochecer. Y tal fue: al caer la noche teas ardientes cayeron sobre la casa, aunque los norteños y el dúnadan estaban preparados con arcos, cubos de agua y una gran reserva de coraje. A cubierto por Madoc, Kargor acabó saliendo de la casa, cogiendo por sorpresa a los dos atacantes, exterminándolos. Allí los dejó, para ser pasto de los lobos.
El camino que siguieron Thorongil y Díndae fue más largo, y comenzó con pesadumbre: hallaron los cadáveres de unos elfos en una zona del bosque. Seguramente venían de Rivendel para ayudar contra los orcos... Recogieron sus joyas y las guardaron con intención de, en cuanto pudieran, partir hacia las estancias de Elrond a hacer honor a los caídos.
Siguiendo las huellas de los asesinos descubrieron que iban al norte, en dirección a la atalaya donde Seregring había muerto. Allí encontraron un cadáver destrozado de bandolero y poco más, sin contar más huellas al norte. Continuaron hasta la frontera de Etten, y se les hizo de noche siguiendo el rastro. Éste iba hacia una cueva, que resultó ser la guarida de un troll que se había merendado al segundo bandolero. Un más que preciso disparo de Díndae atravesó el craneo de la criatura, matándola casi al instante.
Allí pasaron la noche, y fue allí donde decidieron que irían rumbo a la granja de Túrin a recoger a Kargor y luego a Rivendel.
Siguiendo las huellas de los asesinos descubrieron que iban al norte, en dirección a la atalaya donde Seregring había muerto. Allí encontraron un cadáver destrozado de bandolero y poco más, sin contar más huellas al norte. Continuaron hasta la frontera de Etten, y se les hizo de noche siguiendo el rastro. Éste iba hacia una cueva, que resultó ser la guarida de un troll que se había merendado al segundo bandolero. Un más que preciso disparo de Díndae atravesó el craneo de la criatura, matándola casi al instante.
Allí pasaron la noche, y fue allí donde decidieron que irían rumbo a la granja de Túrin a recoger a Kargor y luego a Rivendel.
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