La velocidad de marcha que permitían los gusuks era algo con lo que no contaban. El poca más de una jornada de viaje estaban a las puertas de Vorsinghall. Había trazado un cuarto de círculo norte-este desde el hogar de Konrad hasta la ciudad que miraba al mar.
La ciudad era un modesto círculo de piedra con empalizada montada encima hecha de madera. En su interior las casas con base de piedra y alturas de madera se montaban unos en otras con puentes colgantes que unían pisos. Cuerdas tendidas llenas de banderas de plegaria multicolor llamaron mucho la atención al grupo. Orcos y goblins eran los pobladores.
Cada bandera tiene su rezo a Cuervo |
Fuera hablaron con uno de los guardias, un orco veterano y curioso que fue bastante amable y les indicó qué se podrían encontrar: diferentes clanes que formaban facciones cuyo equilibro estaba, más o menos, en manos de la guardia de la ciudad. Les indicó que la Guardia llevaba pañuelos blancos en el brazo y que hablaran con Makug, su líder.
Makug vivía sobre la taberna central de la ciudad, a unos tres pisos de altura. Hablaron con él y éste les informó de que, si querían comerciar o negociar con la ciudad, tendrían que hablar con los clanes. Lo convencieron para organizar una reunión aquella noche. Durante esa tarde acabaron encontrando a Danur, una goblin que tenía un edificio con corral. Por unas pocas provisiones cuidó a los gusuks del grupo y les dejaría dormir. Persona interesante de la que sacaron buena información.
Ídril tenía sincera curiosidad por el santuario de la Pluma de Cuervo, y allí fueron los tres. Se trataba de una inestable torre de madera de varias decenas de metros. Bajo la torre había acampados un grupo de orcos y goblins con pañuelos negros. Ídril accedió a la estrecha torre y subió por la escalera de caracol hasta el último piso. Allí estaba un viejo goblin sentado cerca de un ventanuco bajo en una sala circular en cuyo centro había un pilar sobre el cual reposaba un estuche de madera largo. El estuche contenía una pluma negra de unos dos palmos largos de longitud. De entrada parecía de un enorme animal extraño... pero Ídril presintió que iba más allá. Percibía que Cuervo sí tenía algo que ver con tal reliquia. Quizá no era propiamente de Cuervo, pero tal vez formara parte de un avatar de su dios. La discusión teológica con el vetusto goblin no sirvió de nada, porque sus visiones teológicas no tenían nada que ver.
"Mi dios es más fuerte, aunque sea el mismo que el tuyo" |
Empezó un alboroto. Desde la altura el medioelfo vio que la entrada este de la ciudad estaba concurrida: gente llegaba corriendo desde la playa con bolsas y carros. Gritos. Los guardias de la entrada dando voces a los rezagados, para que entraran rápidamente. Algo llegaba. Ídril les gritó a los otros dos, poniéndolos en alerta. Ambos echaron una carrera hasta allí a ver qué pasaba.
Había realmente pánico en los ojos de los goblins y orcos pescadores y mariscadores que corrían para ponerse a salvo. Empezaban a cerrar las puertas cuando Tháendan y Kurt salieron sin más con cara de circunstancias. Un enorme trol llegaba a unas pocas decenas de metros.El guarda con el que habían hablado por la mañana, viendo que algunos de los mariscadores no llegarían a tiempo, cargó a por el trol. Los dos amigos se miraron, se encogieron de hombros, prepararon las armas e hicieron lo propio. El wolfkin se subió a la empalizada y el elfo corrió casi adelantando al orco. El trol apestaba, pero el elfo pudo aguantar y estrenar a la ya espada de mano y media de sílex en las carnes de la nauseabunda criatura. El orco también lanzó su ataque. La piel del trol era muy dura y los ataques no fueron lo suficientemente poderosos... cosa que no pasó con las flechas nuevas de Kurt.
El wolfkin había hecho flechas en la morada de Konrad, con tallos de seta gigante y puntas de uña de gusuk salvaje. Dos de ellas volaron, con impactos en cuello y ojo. El trol cayó al instante como un gran árbol. Se hizo el silencio en toda la ciudad. El cuerpo de la criatura fue pasto de las llamas (el orco comentó que había que quemarlo o volvería a la vida).
Cuando volvieron a la ciudad todo el mundo los miraba con respeto y reverencia.